>LA NACION>LifestyleLa cardióloga Liliana Favaloro, hoy presidenta de la Fundación Favaloro recorre, junto a los doctores Oscar Mendiz y Alejandro Bertolotti, la historia de la Fundación, marcada por los altibajos económicos, la lucha contra la corrupción del sistema de salud y la muerte de René2 de junio de 202211:25María NöllmannLA NACIONEl hospital estaba vacío. Habían pasado varios días desde que el doctor René Favaloro había inaugurado, junto a su nuevo cuerpo médico, la Fundación Favaloro. La noticia había tenido una gran repercusión en los medios: el cardiólogo argentino, reconocido mundialmente por haber desarrollado la técnica del bypass coronario, que había decidido volver al país después de años brillando en el exterior por su “eterno compromiso con la Patria”, había fundado un centro médico en el barrio de Monserrat. El edificio tenía nueve pisos, equipados con instrumental y maquinaria de última tecnología. Pero pasaban los días y los pacientes no aparecían. “Estábamos todos ahí, esperando. Mientras probábamos equipos, charlábamos. Calculábamos que los pacientes no venían porque el instituto era muy nuevo. Pero estábamos llenos de expectativas”, recuerda, 30 años después, Oscar Mendiz, hoy director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación, que en ese entonces acababa de terminar la residencia.El primer paciente entró por la puerta principal una tarde, sin que nadie lo anticipara. Era un hombre de bajos recursos y edad avanzada que hacía meses esperaba su cirugía cardíaca en un hospital público. “El señor había visto a Favaloro en el programa de Mirtha Legrand y había escuchado que íbamos a atender a pacientes sin cobertura social, entonces vino a consultar. El doctor Favaloro nos dijo: ‘Y bueno, lo vamos a tener que operar’. Todos estábamos en shock. Yo era staff junior y estaba de guardia ese día, así que me tocó escribir la primera historia clínica, que la rehicimos varias veces, porque imaginate que la iba a leer todo el mundo. Éramos tres médicos para cuidar a un solo paciente. Lo internamos y al día siguiente lo operamos. Fue un 20 de junio”, recuerda Mendiz.La construcción del edificio demoró 13 años, desde 1979, cuando se colocó la piedra fundamental, hasta 1992, cuando finalmente se inauguró, en avenida Belgrano al 1746Lo que en un principio era un edificio vacío, inutilizado, se convirtió en pocos meses en un torbellino de actividad. Para septiembre, el centro médico pasó de hacer una cirugía por semana a 10 en un día, y los 40 médicos de planta iniciales se convirtieron en 80. Desde los inicios del proyecto, que en un principio funcionó en el Sanatorio Güemes, hasta que estuvo listo el edificio de Monserrat, Favaloro había reclutado a quienes consideraba los mejores cardiólogos, como el doctor Branco Mautner, del Hospital Fernández y los doctores Luis Suarez y José Martínez Martínez, del Hospital de Clínicas. Cada uno de ellos, por su parte, llevó médicos más jóvenes, algunos ya formados y otros, residentes.“Entrar acá era como entrar a la NASA”, recuerda Alejandro Bertolotti, Jefe del Departamento de Trasplantes del hospital. Cuando ingresó a la Fundación por primera vez, en 1994, tenía 26 años, era residente de cirugía torácica y cardiovascular y se dejaba la barba para parecer mayor a los ojos de sus pacientes. “Mis profesores y los jefes de cirugía de esa época estaban en la cresta de la ola mundial: proponían estrategias quirúrgicas que no estaban en ningún lado, y nosotros éramos partícipes de todo eso. Favaloro estaba detrás de todo, dentro y fuera del quirófano”, rememora Bertolotti, que acaba de terminar una cirugía, desde la sala de reuniones del directorio del hospital.“La Fundación, una vez inaugurada, fue como su hijo creado”, dice Liliana Favaloro, cardióloga, sobrina de René y actual presidenta de la Fundación FavaloroEl tiempo llevó a la polivalencia. En 1992, Favaloro realizó en el hospital, recién inaugurado, el primer trasplante cardiopulmonar del país. “A partir de ahí hubo una explosión de trasplantes. Con los años, se fueron sumando otros: hepáticos, renales, intestinales, pancreáticos, combinados, y también de órganos no sólidos, como médula ósea”, suma Liliana Favaloro, cardióloga, presidenta de la Fundación Favaloro, y sobrina de René. Ella también trabajo en el centro médico desde sus inicios.Con tan solo ver el despliegue que había en los nueve pisos del hospital, cualquiera hubiese pensado que la parte administrativa y económica de la Fundación Favaloro estaba resuelta. Pero no era así. Durante décadas, los problemas financieros fueron aumentando progresivamente. En 1995, como parte del recorte fiscal del menemismo, el Ministerio de Salud nacional cortó el subsidio con el cual la Fundación Favaloro financiaba parte de sus tareas asistenciales, de docencia y de investigación.Los doctores Alejandro Bertolotti, Liliana Favaloro y Oscar Mendiz, que trabajan en el hospital desde sus inicios, recorren la historia de la Fundaciónsilvana colombo“Fue una sangría que iba creciendo cada vez más. Nos quedamos solo con el convenio con el ministerio, que contemplaba la cirugía ya sea valvular o de bypass o combinada de pacientes sin cobertura. Incluía el pago de los materiales y los insumos descartables. Los médicos no cobraban honorarios y la instancia hospitalaria no se cobraba”, recuerda la doctora Favaloro, que comenzó a trabajar en el hospital en 1994, habiendo recién terminado su residencia en cardiología en La Plata. Su hermano, Roberto Favaloro, también cardiólogo, trabajaba con René desde hacía años, primero en el Sanatorio Güemes y luego en la Fundación Favaloro.A ello se sumaban las deudas que las obras sociales y prepagas tenían con el centro médico, especialmente el PAMI y IOMA. En 1997, el fundador y presidente del hospital llegó a denunciar al PAMI, entonces presidido por Víctor Alderete, por haberle pedido coimas a cambio de saldar la deuda, que rondaba los 1.9 millones de pesos (o dólares, ya que eran “convertibles”).René Favaloro en su oficina en la Fundación, en 1999Archivo – LA NACIONEn una de las cartas de despedida que dejó tras su suicidio, tres años después, Favaloro escribiría sobre el dinero adeudado: “Lo hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían”. Y luego agregó: “Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos. Como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto”.Mientras a nivel administrativo la situación se desbalanceaba cada vez más, en el quirófano, las terapias y las habitaciones, la situación era otra. “Se hacían 12 cirugías cardíacas centrales en un día, no se paraba. Eran 24 horas operando. Favaloro era una leyenda. En el quirófano era un trompo. Producía, producía, producía”, recuerda Bertolotti.Él no solo lo admiraba por su trabajo como cirujano, sino también por su calidad humana. “Un día, me puse a escribir sobre la historia de la cirugía de bypass para mandarla al diario de mi pueblo, Venado Tuerto. Le pregunté a Favaloro si me la podía corregir, y me dijo: ‘Sí, claro’. La corrigió él mismo. Charlando, le conté que mi papá era médico cirujano allá. Y me dijo: ‘Decile que venga a hablar conmigo’. Era insólito. Llamé a mi papá y le dije: ‘Papá, Favaloro quiere hablar con vos’. Y Favaloro se hizo tiempo para recibirlo y charlar. Le preguntó cómo estaban las cosas en el interior”, cuenta, entre risas.Sus ex colegas no solo lo definen como un gran profesional, sino también como una persona con una calidad humana excepcionalGentileza Fundación Favaloro“Yo creo que en el país deben haber pocos iluminados como él -suma Lili Favaloro, emocionada-. Porque él no solo tenía un gran compromiso con su actividad médica, también estaba muy comprometido con el país. Participó con la Conadep, se comprometió con la lucha contra la discriminación, contra la inequidad entre ricos y pobres. Escribió muchos libros, sobre educación, sobre historia. Nosotros apenas unos capítulos de medicina -se ríe-. Tenía esa capacidad”, dice.Favaloro solía tomarse vacaciones “ocio-productivas”, en las que se dedicaba a escribir. Pese a su atareada vida profesional, nunca descuidó a su círculo íntimo, destaca su sobrina. “A él le encantaba la familia. Cosa de italianos, ¿viste? Comida de los domingos, todo. En su segundo año en Cleveland, Ohio, nos invitó a mí, que tenía 10, y a mis dos hermanos mayores a visitarlo. Él ya había hecho el primer bypass, en el ‘67. No se compraba nada, tenía un auto viejo. Nosotros lo hinchamos para que nos llevara a Disney. Y bueno, alquiló un auto más nuevo y nos fuimos de viaje con él y mi tía. Hicimos todo: cañón de colorado, Texas, Disney, que quedaba cerca de Los Ángeles. Y de ahí nos deportó de vuelta a la Argentina”, recuerda entre risas. Años más tarde, tío y sobrina no solo compartieron viajes a convenciones internacionales de cardiología, sino también hospital, convirtiéndose así en colegas.“Su muerte fue un terremoto”Envuelta la Fundación en una crisis económica que parecía irrecuperable, Favaloro se disparó al corazón un 29 de julio del 2000. “La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir ‘no hay camas disponibles’. Nuestro juramento médico lo impide”, escribió en una carta.Izquiera: el doctor Oscar Mendiz; centro: la doctora Liliana Favaloro; derecha: el doctor Alejandro Bertolottisilvana colomboLa doctora Favaloro compara el impacto de la muerte de su tío como un terremoto que hace temblar los cimientos de un edificio. “Se nos cayó todo encima y tuvimos que empezar a sacar piedras, esperando que no se nos siguieran cayendo más. Así nos sentíamos. Porque desconocíamos muchas de las cosas que pasaban en lo administrativo del hospital”, cuenta.“El shock fue indescriptible -suma Mendiz-. Ya veníamos con un montón de problemas y, de la noche a la mañana, el capitán del equipo desapareció. Generó una sensación de vacío y de desprotección infernal. Porque Favaloro era una persona que podía pararse en cualquier lado y patearle la puerta a cualquier funcionario, pero ninguno de nosotros era Favaloro. Estábamos en la lona”.Por votación unánime, Roberto Favoloro fue elegido como nuevo presidente de la Fundación. Se conformó un nuevo consejo de administración, en el que participaba, entre otros, Liliana Favaloro. “Nos encontramos con que había que rascar la olla y sacar del fondo. Las obras sociales adeudaban mucha plata, pero después de la muerte de René empezaron a pagar y así pudimos sostenernos. De todas formas, tuvimos que desvincular de un día para el otro a unas 200 personas y achicarnos, porque realmente era imposible sostener esta institución. Fue terrible. Nos ayudaron consultores”, recuerda la doctora.Según Méndiz, “René creó la Fundación, pero sus sobrinos Liliana y Roberto la mantuvieron viva. Tomaron decisiones muy difíciles para mantener esto funcionando”.silvana colomboLa idea era continuar con la atención a pacientes de bajos recursos y sin cobertura médica. Y lo hicieron durante 7 años más, hasta que en 2007 decidieron parar. “Te imaginarás, pasaron los años y, de estar en paridad, el dólar se multiplicó por tres. Pero el dinero del convenio se mantenía igual desde 1994. Nos costaba mucho bancar todo. Los médicos del interior decían: ‘Nosotros les mandamos a pacientes muertos y salen caminando’, porque eran pacientes muy enfermos, sin acceso a la salud. Y eran pacientes muy costosos. Fuimos a hablar muchas veces al Ministerio. Y ministros que todavía están nos decían: ‘Esto es lo que firmó Favaloro en 1994′. Estábamos con el agua hasta no sé dónde. No nos quedó otra que cortar con eso y hacer otra reingeniería terrible”, cuenta Liliana Favaloro.El hospital, y la Fundación en general, han crecido en los últimos años. Hoy, hay más de 200 médicos de planta y se realizan más operaciones que en la época dorada de René. A su vez, se crearon nuevas áreas, como el hospital de día, un centro de vida, donde también hay prácticas ambulatorias, anexos universitarios de la Facultad de Medicina y un centro de diálisis. Los tres médicos que hablaron con LA NACION aseguran que la Fundación, al igual que la mayoría de las instituciones médicas del país, crece y se contrae dependiendo la situación económica imperante.El último altibajo ocurrió durante la pandemia, cuando debieron cerrar dos centros de prevención, uno sobre la calle Arenales y otro en el municipio de Pilar. “Eran centros alquilados. Como nadie iba a hacerse chequeos en la pandemia, no estaban funcionando y los tuvimos que cerrar. Pero el personal lo tenemos acá”, explica la doctora Favaloro.En los últimos 30 años, se realizaron en el hospital más de 27.000 cirugías cardíacas centrales (el 55% fueron byass coronarios)silvana colomboTambién debido a la pandemia, están viviendo lo que definen como “un gran cuello de botella”. “Estamos explotados. Recibimos cánceres avanzados, enfermedades cardiovasculares avanzadas. Llegan pacientes más complejos porque la mayoría no se chequeó durante la pandemia”, afirma Bertolotti. “En 2020 se vivió una medicina del ‘80 en el siglo 21. Llegaban infartos con roturas cardíacas, porque la gente tenía miedo y se quedaba en la casa con dolor de pecho. Terminábamos indicando un trasplante cuando, en verdad, si se lo agarraba a tiempo, lo solucionábamos de una manera mucho más sencilla”, suma Liliana.Ya comenzando a superar esta crisis, los ojos de la Fundación Favaloro están enfocados en un nuevo proyecto: construir un centro de atención ambulatorio en un terreno lindero al Hospital, sobre la avenida Belgrano. Actualmente, buscan inversores para concretar la construcción.Pese al torbellino de cambios tecnológicos en la medicina y del crecimiento del hospital, hay cosas que no han cambiado, aseguran los médicos consultados. René Favaloro denunció en reiteradas oportunidades la competencia desleal: decía que su centro médico recibía menos pacientes derivados de las coberturas sociales porque no aceptaba pagar retornos. En cuanto a la corrupción del sistema de salud, Mendiz dice: Eso siempre se vio, y sigue siendo así. Nada ha cambiado. Pero el hospital siempre sigue el lineamiento de Favaloro. Se sigue manteniendo su legado, y me parece que eso tiene mucho valor”.La Fundación Favaloro en númerosEn los últimos 30 años:Se realizaron más de 27.000 cirugías cardíacas centrales (el 55% fueron bypass coronarios)Se concretaron más de 3400 trasplantes de órganos sólidosEgresaron del hospital 431 residentesMaría NöllmannConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectTemasTodo es historiaMás notas de Todo es historiaHágalo usted mismo. Reciclar, limpiar, ordenar y más, cuatro influencers con una historia en común: te ayudan con las tareas del hogarTenía ideas “problemáticas”. 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