NUEVA YORK.- Los últimos seis meses de guerra entre israelíes y palestinos constituyen un punto decisivo en su lucha, uno tan importante como las guerras de 1948 y 1967, y requiere que miremos su conflicto desde un punto de vista nuevo.El paradigma, la supernoticia a través de la cual gran parte del mundo fijó por primera vez su atención en el conflicto árabe-israelí después de la guerra de 1948, fue David vs. Goliat: un diminuto Estado judío que hacía frente a siete ejércitos árabes decididos a destruirlo. Ese paradigma duró hasta la guerra de 1967, cuando Israel ocupó la Banda Occidental, Gaza, Sinaí y las Alturas del Golan, y se manifestó un nuevo paradigma: Israel como colonizador, con políticas de Israel en los territorios, semejante a Sudáfrica bajo el apartheid o Francia en Argelia.La guerra israelí-palestina de 2000-2001 cambió de nuevo el paradigma. ¿Por qué? Porque cuando el primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el presidente norteamericano presentaron un plan de paz que, aunque no del todo aceptable para los palestinos, contiene por primera vez todos los elementos de un acuedo que ellos perseguían: un Estado Palestino en casi toda la Banda Occidental y Gaza, compensación territorial por las tierras que Israel hubiera de retener para asentamientos, una Jerusalén de nuevo dividida y restitución para los palestinos…, los dirigentes palestinos rechazaron esa propuesta, y la calle palestina reaccionó contra la tonta provocación de Ariel Sharon en el Monte del Templo más bien que ante las propuestas de Clinton y Barak en la mesa de negociaciones. De modo que debemos admitir que otro paradigma se está operando actualmente.Afirmar que los idiotas, rapaces asentamientos israelíes en lugares como Gaza, sus patrullas de soldados gatillo-fácil y los bloqueos de rutas en la Banda Occidental no prolongan el conflicto es negar la realidad. Pero decir que eso es todo es más insensato aún, puesto que fueron precisamente esos asentamientos los que Barak ofrecía retirar.El conflicto entre israelíes y palestinos no es hoy simplemente sobre territorio, política o religión. Tiene que ver con la modernidad, tanto en lo que concierne a los dirigentes árabes como a la calle árabe. Tiene que ver con las tensiones entre una sociedad desarrollada que progresa en la modernización, y otra subdesarrollada que está fracasando en ese propósito y trata de echarle la culpa a otros.¿Por qué razón el más pacifista de los líderes de Israel, Shimon Peres, que aspiraba a forjar un nuevo Medio Oriente, es más detestado por los dirigente árabes que ningún otro funcionario israelí? Es porque un nuevo Medio Oriente es un problema para ciertos líderes árabes (pero de ninguna manera para todos); porque presienten que en una región dedicada al comercio, el desarrollo y la democratización ellos no pueden triunfar –sin cambios monumentales– ni pueden echarle la culpa de sus fracasos a Israel.Cuando la única cuestión en la agenda es la liberación de Palestina, entonces Ariel Sharon es el problema. Pero cuando la única cuestión en la agenda es la modernización del mundo árabe, el problema no es otro que ciertos dirigentes árabes. Pero ellos no quieren ser vistos como el problema, de modo que mantienen la atención de su pueblo concentrada en Israel y en el viejo Medio Oriente.No se trata de que los palestinos estén contra la modernidad. Es que a sus jóvenes no se les ha brindado por parte de sus líderes una oportunidad concreta en tal sentido. Constantemente les dicen sus líderes y compatriotas del mundo árabe que persistan en la vieja definición de la lucha, que se mantengan en permanente revolución contra la colonización, para construir su propia sociedad y dignidad a través del conflicto con Israel, no a través del éxito en la modernización.Todos esos mensajes están ahora implícitos en esta Intifada II, que es el intento de las juventudes palestinas de emular al Hezbollah en el Líbano, escenificando una especie de lucha heroica del Che Guevara del 60 contra el “imperialista israelí”; son los jóvenes palestinos vociferando contra el símbolo de su fracaso en la edificación de una sociedad moderna: Israel; y son los jóvenes palestinos que gritan airados contra los instrumentos de su decadencia: sus propios líderes. Su mensaje a los israelíes es: “Nosotros somos alguien. Tal vez no seamos capaces de hacer microchips, pero podemos hacerles daño, y lo haremos aun a costa de nuestra ruina”.He sostenido desde el comienzo que esa actitud no ha de redundar en beneficio alguno para los palestinos. Al menos algunos palestinos están empezando a cuestionar su oportunidad.Léase la opinión del respetado periodista palestino Daoud Kuttab en The Jerusalem Post del 1º del actual: “Algunas voces en Palestina han comenzado a decir por primera vez, mirando más allá de las emociones, ¿dónde estamos exactamente ahora? Barak y Clinton, así como sus ideas, no están ya por aquí… ¿Hubiéramos debido aceptar las ideas de Clinton? ¿Dónde están los beneficios, en Palestina y en el mundo árabe, de la retórica de 1970-1980 que ha de regirnos?”Thomas L. FriedmanThe New York TimesConforme a los criterios deConocé The Trust Project
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