Este artículo contiene spoilers de la película Persépolis.La escena resulta demasiado familiar. Un matrimonio sentado a la mesa discute preocupado sobre el futuro del agitado país mientras su pequeña hija marcha por la sala y corea con entusiasmo las consignas que escuchó de los manifestantes sin tener la más mínima idea de lo que significan. “¡Abajo el Shah!”, repite una y otra vez, antes de que la envíen a la cama.“Lleva toda la tarde mareándome con el proletario, los obreros, la lucha de clases y ese barbudo, el che Guevara”, dice la abuela sobre la niña, a quien tuvo bajo su cuidado mientras los padres se hacían camino a casa por las alborotadas calles de la capital. La nación vive momentos desconcertantes; masivas protestas, en un contexto de altísimos índices de desigualdad, analfabetismo y mortalidad infantil, intentan destituir a un gobierno corrupto y represivo.“En este momento el país es pura mierda”, lamenta la abuela.Es Irán, 1978. La nación está al borde del abismo. Varias organizaciones de izquierda e islámicas más los movimientos estudiantiles tomaron las calles bajo el liderazgo del ayatollah Khomeini. Una gran parte de la población está harta del régimen autocrático de Mohammad Reza Pahlevi, “el Shah”, que recuperó el poder en 1953 a causa de un golpe de Estado resultado de una operación orquestada por británicos y estadounidenses para frenar el avance del comunismo y evitar que el primer ministro, democráticamente elegido, nacionalizara la industria petrolera, como explica el señora Satrapi a la pequeña Marji en una de las primeras escenas de la película animada Persépolis.El film autobiográfico, que se estrenó en 2007 y recibió una nominación al Óscar, relata la vida de Marjane Satrapi, una escritora iraní que de pequeña fue testigo del control fundamentalista del país a partir de la Revolución Islámica en 1979 y sus trágicas consecuencias. (Consecuencias que se perpetúan hasta el día de hoy, como se observa en las protestas actuales por la brutalidad policial y la restricción de libertades).“Aunque muchos en Irán apoyaron la revolución pensando que daría lugar a un gobierno democrático, las protestas de las dos últimas semanas dejaron claro que los iraníes se oponen a un gobierno islámico que no es representativo ni democrático, y que pretende dictar a los ciudadanos cómo deben vivir y comportarse y en qué deben creer”, dice a LA NACION Haleh Esfandiari, una académica iraní-estadounidense y exdirectora del Programa de Medio Oriente en el Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson en Washington.Como apunta Esfandiari, y como se observa en la película —dirigida por la propia Satrapi y Vincent Paronnaud—, en los meses posteriores a la caída de la dinastía Pahlevi reinaba cierto optimismo en Teherán.“A partir de ahora todo irá mejor, tendremos una sociedad con justicia y libertad. Como había predicho Lenin, el proletariado reinará”, dice en una escena el tío de Marjane, Anoush, quien había estado preso nueve años por insurrección durante el reinado del Shah.“De todos modos, las cosas no podrán ir peor que con el Shah”, asiente con resignación la madre de Marjane.En esta foto provista por la agencia kurda Hawar News Agency, mujeres kurdas llevan retratos de la iraní Mahsa Amini en una protesta por su asesinato en Irán, realizada en la ciudad iraquí de Qamishli el 26 de septiembre del 2022. (Hawar News Agency vía AP)Pero ambos estaban equivocados… La instauración de la república islámica en febrero de 1979 vino acompañada de la violación sistemática de Derechos Humanos, de la completa ausencia de libertad de expresión y de culto y del uso extendido de la pena capital (Anoush fue ejecutado unos años después). También se estableció un estricto código de vestimenta que todavía está vigente. De hecho, las protestas en curso estallaron a raíz de la muerte de una joven de 22 años que fue detenida por la policía de la moral por tener mal puesto el velo.“Una diversidad de grupos participó de la revolución porque el agotamiento con el Shah era bastante generalizado, pero es el sector clerical el que termina capitalizando todo el poder porque tiene una figura muy atractiva que es Khomeini, que mezclaba dos clivajes muy importantes en Irán: el islam y el nacionalismo”, explica a LA NACION Paulo Botta, director del Programa Ejecutivo sobre Oriente Medio Contemporáneo de la UCA.En la película, los espectadores acompañan esta transformación de Irán desde la óptica de Marjane, una joven rebelde cuya vida cotidiana se ve constantemente atravesada por los efectos de las estrictas leyes del régimen islámico y la posterior guerra con Irak. Por ejemplo, cuando se pelea con su profesora, quien defiende el uso del velo, y la llaman a dirección, o cuando de adolescente va a comprar de contrabando los discos de sus bandas de rock favoritas y dos mujeres mayores amenazan con reportarla a la policía, o cuando en el estacionamiento del supermercado a su madre la insulta un hombre por usar mal el velo pero no puede defenderse y Marjane observa desde el asiento del acompañante cómo le caen las lágrimas de bronca por las mejillas mientras maneja en silencio.Imágen del film PersépolisIncluso con 21 años de edad, Marjane decide casarse con su novio para poder salir con él a la calle sin que la penalicen. Las muestras públicas de afecto están prohibidas en Irán, por ser consideradas un acto “obsceno” y “denigrante” a los ojos de la cultura islámica. Tampoco puede una mujer salir acompañada de un hombre que no sea su marido.Mismo gobierno, otra sociedadLo interesante, destaca Botta, es que han pasado más de 40 años desde la revolución y el gobierno sigue siendo el mismo, pero la sociedad ha cambiado enormemente. “En ese entonces, la sociedad era mayormente analfabeta, rural. Ahora hay una sociedad joven —la mitad de la población en 2012 tenía menos de 35 años—, educada, con altos índice de alfabetización, que con las redes sociales ve cómo funciona el mundo en otras partes. Y, por lo tanto, se generan estas tensiones”, señala el experto.Ese mundo exterior aparece en la película como una única vía de escape de la cruda realidad del país (para aquellos que tienen la posibilidad de hacerlo). Marjane se va de Irán en dos ocasiones. La primera vez parte a Viena, en la década de los ochenta, cuando un bombardeo iraquí impacta en el edificio vecino quitándole la vida a una mujer, cuyo cadáver yace entre los escombros y la pequeña Marjane observa con pavor al paso. Y, la segunda, al final, cuando se marcha definitivamente a París, luego de la muerte de uno de sus amigos en manos de la policía.Y precisamente, gran parte de la ira de los iraníes proviene del sometimiento durante años a las brutales prácticas policiales. Los agentes de la moral conducen por toda la ciudad, y tienen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que lleva.El castigo por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, pena de prisión, multa o latigazos.Haleh Esfandiari“El gobierno ha perdido mucho apoyo. La corrupción oficial está muy extendida, la situación económica se ha deteriorado e Irán está aislado internacionalmente. No obstante, el régimen no ha perdido poder porque utiliza la represión y la fuerza para impedir la aparición de cualquier pronunciamiento político independiente”, explica Esfandiari, quien estuvo recluida en régimen de aislamiento en la prisión de Evin, en Teherán, durante más de 110 días.Según cuenta Esfandiari, en diciembre de 2006, tres hombres, a punta de cuchillo, le robaron los pasaportes estadounidense e iraní cuando se dirigía al Aeropuerto Internacional Imán Khomeini tras visitar a su madre enferma de 93 años. Cuando solicitó nuevos documentos de viaje, se le prohibió salir del país y fue interrogada durante seis semanas por las autoridades del Ministerio de Inteligencia.Los interrogatorios, que duraron unas cincuenta horas, se centraron principalmente en su trabajo en el Woodrow Wilson Center. Durante este tiempo, se le permitió volver a casa todos los días, pero “se la presionó para que hiciera una confesión falsa o para que implicara al centro académico en actividades antigubernamentales en las que no había participado”.Finalmente fue arrestada en mayo de 2007. El 21 de ese mes, la televisión estatal iraní anunció que el gobierno había acusado a Esfandiari de intentar derrocar el establecimiento islámico gobernante en el país y unos días más tarde, el poder judicial anunció que había presentado cargos contra la académica por “poner en peligro la seguridad nacional mediante propaganda contra el sistema y espionaje para extranjeros”.#2Oct #PaisesArabes Protestas en Irán pic.twitter.com/GFYhQEN9xV— Reporte Ya (@ReporteYa) October 2, 2022Tres meses más tarde, y gracias a la fuerte presión diplomática del gobierno norteamericano, incluidos los pedidos de liberación de Hilary Clinton y Barack Obama, Esfandiari fue liberada. La trataron “bien” mientras estuvo en cautiverio, aclara.La académica aún no pierde las esperanzas y apuesta por las nuevas generaciones para cambiar el rumbo del país. “Aunque las actuales manifestaciones generalizadas puedan ser reprimidas como lo fueron las protestas en el pasado, sigo creyendo que la generación más joven, y especialmente las mujeres, no tolerarán las condiciones actuales y se levantarán de nuevo y continuarán su demanda de cambio”, dice.“Basado en hechos reales” es una serie de notas que describe el contexto histórico detrás de ficciones internacionales. En este link podrás acceder a todos los artículos.
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