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Ellerstina, el “mejor club del mundo” que cumple 30 años, es argentino y tiene su génesis en un magnate australiano y el sabio Gonzalo Pieres

Un ejército de gente con su caballería trabajando sincronizadamente. Todo prolijo, todo pensado. Impresiona Ellerstina cuando se lo mira actuar en un partido de polo. Impresiona el equipo, sí, que es excelente, pero quizás más impresiona la organización. Los caballos, los camiones, los petiseros, los asistentes, la cartelería, el balcón del primer piso en la carpa, hasta la vestimenta –casi uniformes–. Todo eso que hoy se aprecia tan reluciente, tan imponente, en las grandes escuderías de este deporte apareció en la Argentina de la mano del club de los Pieres, y fue copiado.Hay mucho más detrás: unas instalaciones maravillosas en General Rodríguez, impecables como paisaje suizo y dotadas y poderosas como corporación estadounidense; una cría de caballos que se precia de ser la más exitosa del polo y está esparcida por el planeta, y la organización invisible que lleva adelante competencias importantes. El “mejor club del mundo”, con ¡nueve! canchas –más una de golf–, caballerizas que dan ganas de alojarse ahí y hasta un hotel, cumple 30 años. Y, como el mejor polo de la Tierra, es argentino. Pero quizás no existiría si no hubiera tenido lugar aquel Big Bang australiano.Ni aquel mecenas que fue Kerry Packer. Un rey Midas, que convertía en oro lo que tocaba en el polo. El australiano tenía un enorme campo, Ellerston, a 250 kilómetros de Sydney. De chico montaba a caballo, pero no lo atraía el deporte que sí practicaba su padre. Lo embelesó recién de grande, a los 50 años, cuando Sinclair Hill, un compatriota de 10 goles de handicap, lo invitó a mirar polo en Inglaterra, en 1988. Packer se entusiasmó y en 1989 fundó el club Ellerston. Hill terminó dándoles clases a él y a su hijo, James; el argentino Gonzalo Pieres, formando un club y una cría de caballos junto al magnate.A los 35 años, Pieres era el mejor jugador de la época. “El Maradona del polo”, lo consideraban algunos, en las cercanías del Mundial Italia ‘90. Conoció a Kerry vía Gonzalo Tanoira, otro eximio número 3. Había un pequeño problema: Packer quería a Pieres como número 2. Dudaba entre su hermano Alfonso y un tercer Gonzalo, Heguy, que ya era buenísimo como 2. Tras un par de días, el australiano se decidió por Gonzalo Pieres. “Bueno, pero no va a ser lo mejor”, le advirtió el 3 clásico. Y jugaron juntos la temporada inglesa de 1991.En Buenos Aires Gonzalo venía de obtener seis veces en siete años el Abierto de Palermo con la camiseta de La Espadaña, y quería otra cosa, formar otro equipo. Un proyecto que lo motivara, después de parar algún tiempo. Ya tenía un nombre en mente: el de Mariano Aguerre, con quien jugaba en Estados Unidos y quien ya le había revelado algo incómodo a su compañero: estaba enamorado de su primogénita. En 1991 el zurdo de 25 de Mayo tenía 21, 22 años y ya era el novio de Tatiana Pieres, mientras por las canchas extranjeras revoloteaba alguien más joven que él. Y que a sus 15, 16, sonaba fuerte por todos lados.El chico no era un Maradona del polo: era Maradona, Messi, Pelé… Venía apilando goles y copas mientras hacía sus primeras armas. Adolfo Cambiaso era la estrella del momento y todos lo querían. Al verlo ganar el Abierto Británico en el ‘91, Packer se lo garantizó para Ellerston Black (había un Ellerston White) para 1992. Mientras, Pieres pensaba su nuevo equipo de Triple Corona argentina para más adelante. Pero su patrón vino a mirar el Abierto de Palermo en 1991 y lo pinchó. “Me dijo que era una lástima que me quedara abajo y me motivó para que volviera a jugar en seguida, en el ‘92″, recuerda hoy Gonzalo. Que le hizo caso.Pieres estaba. Aguerre estaba. Por Cambiaso se pusieron de acuerdo en seguida. Faltaban un cuarto jugador. Y un nombre de equipo. Un club, en realidad. Nada menos. No sería La Espadaña.Packer era un supermillonario, pero Gonzalo Pieres era un emprendedor muy hábil, además de gran deportista. En lo que hoy es la calle Gonzalo Tanoira, a la altura del kilómetro 7 de la ruta 28, que une Pilar con General Rodríguez, tenía un predio, La Lechuza (en honor a su mejor yegua de la era de La España; sería comprado por el banquero venezolano, y patrón, Víctor Vargas). Había vendido otro, La Baronesa, y fundado el club Pilarchico, también por ahí, mientras estaba en formación Centauros. Packer adquirió un terreno que era del estadounidense Peter Brant, patrón de Pieres y de Aguerre en el equipo White Birch, y ayudó a su socio local a recomprar La Baronesa. Así tomó forma el club que en su nombre uniría el campo australiano de Kerry, Ellerston, con un país al que amaba, la Argentina: en 1992, nacía Ellerstina. Con una camiseta azul a la altura de los hombros y blanca en resto del torso. Y un escudo, o logotipo: una Z, la marca de la hacienda de Ellerston.“Juntamos todos los lugares. Teníamos lo que hoy es La Irenita; teníamos El Monte, que es de Mariano Aguerre, e hicimos el Polo de Chicos, que hoy es lo de [Ignacio] Figueras y La Irenita. Eso sí: no teníamos muchos caballos. Él me ayudó con unos 20, que compramos a medias, y empezamos una cría, también a medias. Pero nos dedicamos a criar en serio”, relata Gonzalo.Todo fue en serio. Las instalaciones, los caballos, los entrenamientos, el batallón de personal, los torneos organizados. Y el conjunto de Triple Corona, por supuesto. Cambiaso, Aguerre, Pieres y el cuarto integrante, Cristián Laprida, empezaron muy bien: conquista del Abierto de Tortugas ‘92. Pasó Hurlingham y el estreno en el Argentino Abierto fue un bombazo, que lamentablemente poco público presenció. El adolescente de 17 que jugaba de delantero hizo estragos: anotó 16 goles, lo que se cree fue un récord en un torneo cuyo origen se remontaba 99 años. Ellerstina, con 33 de handicap, avasalló a un rival de 28, Los Indios, con un 23 a 7. No hubo final ese año, pero el último choque, con Indios Chapaleufú, definió al campeón. Brillaban los Heguy en esa época, y pusieron freno a tanto entusiasmo con un impactante 19-13.La de 1993 fue una Triple Corona brevísima para la Z. En el segundo chukker de un partido del Abierto de Los Indios y Tortugas, Pieres se quejó de que un juez, Juan Carlos Echeverz, prestaba caballos a integrantes del cuadro rival, La Martina. “No se va a cambiar el referí”, le contestaron. “Bueno. Nosotros nos retiramos”, replicó el número 3. Ellerstina no volvería a actuar en la temporada: Pieres fue suspendido por tres meses, y sus compañeros, por uno.Vaya contraste con 1994. Con el mexicano Carlos Gracida (compañero de Gonzalo en La Espadaña) en lugar de Laprida, la Z obtuvo Hurlingham por primera ocasión. Fue al Campo Argentino de Polo y conquistó la Catedral, también por primera vez, con un 19-15 a La Martina. Pero le quedaba un premio por sacar. Estaba pendiente la final de Los Indios y Tortugas, que tenía una yapa nada menor: la Triple Corona. Un 15-11 a Los Indios enhebró la 11ª victoria seguida en la temporada y el invicto le dio el cartón lleno. Con un plus a los pocos días: los 10 goles de handicap para Cambiaso a sus 19 años, edad récord.Pintaba similar 1995, con los dos trofeos iniciales levantados por la Z. Pero la esperanza de una segunda Triple Corona se acabó temprano en Palermo, en una semifinal. Basta para Gonzalo Pieres: a los 40 años, era tiempo de dejar semejante exigencia. Ellerstina no se presentó en 1996, mientras Cambiaso y Aguerre hacían cuarteto con Bartolomé Castagnola y Alejandro Agote en La Martina. Fue una temporada en blanco para ellos, después de cinco trofeos sobre seis certámenes para los delanteros en los dos años anteriores.Adolfito no quería otro cero en 1997. Convenció a Pieres de su segunda vuelta. Metió a su amigo Lolo Castagnola en Ellerstina y a bordo de Colibrí consiguió el gol de oro del desquite contra los Heguy en la final del Argentino Abierto. Pero su máximo brillo llegaría en 1998, a los 23 años: consiguió 67 goles en cinco fechas, a razón de 13,4 por partido –un promedio estratosférico, jamás amenazado siquiera– y condujo a la Z a su tercera consagración en Palermo.Gonzalo seguiría otro año. Era tiempo de apuntalar a su hijo mayor, tocayo, para que fuera entrando a la elite a los 16. Con Gonzalito en lugar de Castagnola, la Z ganó el Abierto de los Jugadores –una fugaz iniciativa que por dos años eclipsó a Los Indios y Tortugas– y el de Hurlingham en el ‘99, pero en su semifinal del Argentino se topó con un creciente Indios Chapaleufú II. Suficiente, entonces sí, para el líder del equipo, que dejaría su lugar a su primogénito varón para el año siguiente. Pero una vez más, Gonzalo Pieres volvió. Esa vez, de apuro, para apagar un incendio.Se llegó a presentar Ellerstina 2000: Cambiaso, Gonza, Sebastián Merlos, Castagnola. Pero el más chico y Adolfito no se llevaron polísticamente bien en el circuito de Palm Beach. El crack creía que el adolescente todavía estaba verde para el alto handicap, que le faltaba una temporada de maduración. “Gonzalito va a jugar”, respondió firme el papá. No hubo acuerdo, y el crack de Cañuelas se marchó. Dejó la organización, dejó General Rodríguez. Y decidió activar en la Triple Corona a su club, La Dolfina. Los cruces entre ambos equipos eran muy calientes fuera de la cancha, en declaraciones mediáticas y en gritos de unos petiseros a otros. Así nacía un clásico del polo argentino.“No estuvo buena, no estuvo nada buena, la salida de Cambiaso, que iba a seguir en Ellerstina. El plan era que él siguiera primeramente con Gonzalito, y a los dos años iba a entrar Facu. Y entonces empezó un Ellerstina distinto”, se retrotrae Pieres hoy. La relación se recompuso hace ya muchos años, pero no es igual. Donde hubo fuego, cenizas quedaron.Gonzalo improvisó una formación con él dentro, que lejos estuvo de los objetivos que se impone la Z. Entonces sí el líder se retiró definitivamente –la tercera fue la vencida– y ya para 2001 y 2002 armó algo mejor, con Eduardo (h.), Javier y Miguel Novillo Astrada (subcampeones de Palermo ‘99) rodeando a Gonzalito. La Z levantó el nivel, pero no alcanzó: su último trofeo, Hurlingham ‘99, empezaba a quedar lejos. Y lo estaría un poco más, porque en 2003 el cambio fue una apuesta a mediano plazo.Ingresó, finalmente, Facundo Pieres, con 17 años. También, un primo joven, Pablo Mac Donough, de 21 años. Y el hermano mayor de éste, Matías. Un equipo como para que explotara después de un par de temporadas. Pero su primera campanada fuerte sonó ese mismo año, en el debut en el Argentino. Indios Chapaleufú II era el adversario. Y faltaba uno de los Mac Donough. ¿Quién estuvo ahí, en la cancha, para aguantar los trapos? El bombero Gonzalo Pieres, a los 47 años. En su última actuación en la Triple Corona, hizo un gol y terminó en andas porque Ellerstina se impuso por 14-13 al uno de los finalistas del año anterior. La sonrisa final de una carrera llena de podios. Mientras, los chicos crecían…Sin embargo, el polo parecía enemistado con la Z. En su primer año post Ellerstina, los Novillo Astrada, con el debutante Ignacio, hicieron cartón lleno: de no tener trofeos pasaron a log6rar la Triple Corona, con los colores de su club, La Aguada.Mientras, el nuevo Ellerstina seguía horneádose. El 2004 fue un año de transición, y el 2005, el de la explosión. Por un acuerdo comercial, la camiseta pasó a ser negra, pero el polo de los Pieres y los Mac Donough irradiaba luz. Las parejas de hermanos se apoderaron de Tortugas y de Hurlingham con un juego majestuoso, rapidísimo, colectivo, habilísimo, superofensivo. Llevaron a Palermo su invicto y lo mantuvieron hasta encontrarse en la final con… La Dolfina. Tuvieron un penal de 60 yardas en el chukker suplementario; no hubo caso. Luego, uno de media cancha. Toque para, luego, palo largo. Mala suerte. Malísima: el segundo golpe terminó en un rebote, con Cambiaso mirando hacia el arco de Libertador y Matías Mac Donough a contramano. Un gol histórico, en la definición más prolífica de la historia (20-19). Adolfito, astilla del mismo palo, dejaba sin Abierto, sin invicto y sin Triple Corona a Ellerstina. El 10 de handicap para Gonza y para Facundo, que batió por un mes el récord de precocidad de Cambiaso, fue un mero consuelo. Y la última alegría polística de Kerry Packer.Había mirado aquel partidazo in situ. Grandote, muy blanco, en ese diciembre apareció ya demasiado pálido en la platea C. “Vino como a despedirse antes de morir. Estaba muy mal, de un color feísimo. Habló más con mi mujer que conmigo y le dio a entender que estaba en las últimas y que no quería dejar de venir. Eso fue bastante emocionante. Porque al poco tiempo estaba muerto. Se llevó un sabor amargo en esa final, pero el 10 de los chicos lo habrá alegrado. Él se había convertido en muy familiero. Se consideraba el padrino de mis hijos, o el abuelo. Fue buenísimo. Y nos bancó cuando perdimos a Cambiaso en el equipo. Nos bancó siempre”, agradece, casi 17 años después, su socio en Ellerstina. El hombre más rico de Australia era joven como para irse: tenía 68 años.Falleció en Sydney, tras esa visita final a un país al que amaba, el país número 1 en el deporte que a él lo cautivaba. Kerry ocupaba un par de habitaciones de las once que tenía su casa en Ellerstina, a pesar de que tenía a disposición las comodidades de La Mansión, del hotel Four Season, en el centro de Buenos Aires. Media semana se pasaba ahí y media en la lejanía de General Rodríguez, donde se movía sin custodia personal. Nunca se supo de que hubiera sufrido algún hecho de inseguridad en la Argentina.A esa altura, su creación en conjunto con Pieres llevaba varios años como líder en organización. Era rival del resto, pero al mismo tiempo, locomotora: elevaba la vara. El profesionalismo de la Z, por más que pasaran varios años sin éxitos (Palermo ‘99 a Palermo ‘04), obligaba a la imitación. “El nivel de las canchas, por ejemplo. Somos los primeros que hicieron una pista de vareo de arena (había de tierra, nomás). Hicimos picaderos de arena. Hicimos un promedio de arenadas por año que hoy está haciendo todo el mundo. Hicimos la Copa de Oro y la de Plata, que revolucionaron el polo con patrones en la Argentina; después empezó a haber varios torneos similares. Y alrededor de Ellerstina, en los últimos 30 años, han hecho unas 80 o 90 canchas. Es impresionante lo que creció esto”, detalla el socio de Packer. En efecto, un vistazo en Google Maps a la zona asombra por la cantidad de campos de juego. La zona Pilar/General Rodríguez es, desde hace más de veinte años, la capital del polo. Cañuelas viene creciendo, por cierto, pero es difícil que algún día la desplace.Ya sin Packer en vida, Ellerstina siguió compitiendo. Tras un 2006 de “descanso” involuntario –ni una final de las tres–, aceleró en 2007. Enhebró Tortugas y Hurlingham y volvió al partido más importante del mundo. Esa vez, sin invicto en la temporada, pero nuevamente con La Dolfina enfrente. Y con un desenlace parecido: gol de oro y copa para Cañuelas. Otro amague de Triple Corona. “Nos costó armar equipos buenos de nuevo”, refiere Pieres a la era post Cambiaso. “Y lo logramos con Pablo Mac Donough y [Juan Martín] Nero. El acuerdo con Nero era por tres años, hasta que estuviera Nico”, cuenta. Sobrevenía la segunda era de oro del club.Nero tomó el puesto de Matías Mac Donough. Tortugas 2008 fue su primer éxito. Y Palermo 2008, el primer Argentino Abierto para los cuatro. Ese día, el péndulo emocional del chukker extra se detuvo del lado de la Z por el gol de Gonzalito en el arco del tablero, que mostró el 13-12 definitivo contra… La Dolfina. El chico que estaba verde en el 2000 se imponía al crack de todos los tiempos, ocho años más tarde.El péndulo era Palermo todo en esos tiempos. Porque 2009 se definió con otro capítulo del clásico, en el que un Ave Fénix La Dolfina volvió a frustrar una Triple Corona de Ellerstina, en el quinto período suplementario en años consecutivos. Mariano Aguerre fue el victimario ese día. El cuñado Mariano Aguerre. Que tiempo después volvería a casa.No en 2010, el año de la consumación. Extrañamente, a comienzos de esa Triple Corona ya se sabía que Nero y Pablo Mac Donough cruzarían de vereda en la temporada siguiente. Que serían parte del archirrival, La Dolfina. Y no obstante el cuarteto funcionó de maravillas. Lo que venía amenazando se cumplió, por fin, para la Z. Un conjunto un tanto menos brillante que los de 2005 –sobre todo– y 2007 pero más sólido, con Nero cerrando la puerta atrás, hizo suyo todo: Tortugas-Hurlingham-Argentino. Y frente a La Dolfina. Y sin siquiera el sufrimiento del período suplementario, aunque con un solo gol de diferencia (14-13) por sexta final consecutiva en La Catedral. ¿El summum? No, algo más podían pedir los Pieres.Jugar, y ganar, con el tercer hermano, Nicolás. El más chico se incorporó en 2011, a la par de Ignacio Heguy. Festejó en Tortugas, alcanzó la final en Hurlingham y padeció en Libertador y Dorrego al dream team de Cañuelas en el desenlace (16-10). Entonces volvió un hijo pródigo: Aguerre. Que a los 43 años, tenía hilo en el carretel.Tras cumplir el hábito en Tortugas –territorio ellerstino durante seis años sucesivos– y ser superado en Hurlingham por los cuatro fantásticos de Cañuelas, los tres Pieres y el marido de su hermana mayor consiguieron un 12-10 que valió más que todo: que las primeras conquistas, que el pleno de los tres torneos en un año, que los handicaps perfectos. Para los Pieres, la familia es crucial, base de la vida. Casi todo, para ellos, está dentro de esa célula básica. “El primer Palermo de los chicos y la Triple Corona de 2010 fueron fuertes, pero el mejor momento fue en 2012, cuando ganaron los tres chicos con Mariano Aguerre”, afirma el padre-suegro, sin dudar. Y como nunca tuvo pelos en la lengua, Gonzalo se anima a calificar contundente lo negativo que llegó luego.“El peor momento es éste: no ganar Palermo desde hace diez años. Ellos ganaron muchas veces Tortugas y Hurlingham, pero en Palermo estamos livianitos. Hicimos distintas pruebas, nos costaba conseguir el equipo completo por las posiciones… No es el fin del mundo, pero fueron los peores años”, sostiene el hombre que organiza y sostiene la estructura pero nunca fue el director técnico del conjunto. No quiso. Cree que no sirve para eso.Esas “distintas pruebas” incluyeron más familia: cuando salió Aguerre, en 2015 ingresó Pablo Pieres, primo. Con Polito, verdugo en 2013, cuando Alegría dejó sin final del Abierto a Ellerstina, hubo más Tortugas y Hurlingham, pero ningún Palermo. No faltaba onda, pero sí cinco para el peso. Las Monjitas, incluso, se interpuso en 2018 y la Z no estuvo para definir con… La Dolfina, siempre La Dolfina. Que, además, empezaba a gozar de los beneficios que proporcionaban los precursores clones de Cuartetera, a instancias del pionero Cambiaso.En buenos términos, Polito salió para pasar a La Natividad, e Hilario Ulloa, un extracomunitario para el clan Pieres, ocupó el puesto. Por ahora, los resultados son los mismos: las copas Emilio de Anchorena y The Ayrshire aparecen en nuevas fotos, pero no The Championship Cup, la de la obsesión. Y sin embargo, esa abstinencia forzada no es lo peor que le pasó a Ellerstina en sus tres décadas.“Lo más bravo que nos pasó fue lo de Nico del año pasado”, alude Gonzalo a la caída del hijo menor en el Abierto de Hurlingham, que lo durmió por un rato, lo hizo perderse el Argentino y obligó a una intervención quirúrgica en Estados Unidos. Son recordadas las lágrimas de Facundo de cuando terminó la temporada, con una eliminación prematura en Palermo. Mucho más nacidas de la angustia por Nicolás que del mal resultado deportivo. “Estuvimos hasta dudando de si podía seguir jugando al polo”, rememora su papá. Que ahora está feliz al respecto y dice: “Se arregló con una operación espectacular y hoy Nico está 0 km”.Lo que no está 0 km es la clonación, que en la Argentina apareció en 2010 de la mano de Cambiaso y es una buena porción de la explicación de los más recientes triunfos de La Dolfina. Y que de hecho, más tarde que temprano, convenció a Ellerstina de una decisión que no quería tomar, de la cual estuvo en contra. “Una cosa es la cría y otra es la clonación. No estoy de acuerdo con la clonación: para la cría y el crecimiento que debe haber es muy mala. Me parecía malo que estuviera aceptado por la Asociación de Criadores. Es una forma de ilimitar la cría. El día de mañana puede haber 1000 copias, 100.000 copias. No tiene límites. No es bueno para el polo”, asevera Gonzalo Pieres. Y a la vez admite: “Pero es difícil competir contra el clon. Empecé a clonar por un tema de competencia. Las Cuartetera rompieron el molde, seguidas por las Lapa. No sé si otras han equiparado a las originales. Pero nosotros vamos a recuperar yeguas con las que jugábamos los chicos y yo. Vamos a hacerlo y vamos a seguir haciéndolo”.Ya hay varios ejemplares duplicados: Lambada, la madre de la propia Cuartetera; Guillermina, Chita y el padrillo Pícaro. “Este año me junté con los chicos y dijeron que vamos a hacer a Chequera. Sospecho que Ellerstina, con la genética que tiene, va a tener más chances que la mayoría de sacar clones que jueguen como los originales”, anticipa el hombre que empezó a fabricar petisos de polo junto a Packer en 1992. “Seguimos siendo la cría número 1″, se enorgullece. “Y te diría que en las demás crías hay un 50% de genética de Ellerstina. Hay 100% en Cuartetera y sus clones, que son cría de Ellerstina. De los caballos exitosos en el mundo debe de haber un 50% que está relacionado con la cría de Ellerstina. Hubo dos muy líderes acá, Sportivo y Pícaro, diría que jefes de raza. Y Luna, Ilusión, Lechuza están involucradas en la mayoría de los caballos buenos y de los padrillos que otras crías tienen”, argumenta.Ése es uno de los mayores legados de tres décadas de Ellerstina en el polo: la calidad de la caballada. Como el equipo de alto handicap, ha sobrevivido a uno de sus generadores. No ha sucedido lo mismo con Ellerston: de las nueve canchas en Australia quedan cuatro o cinco; las tres excelentes que hay en Inglaterra ya no tienen uso. Jamie Packer no tiene la pasión de su padre por los caballos, por más clases que ha tomado de Sinclair Hill. En la Argentina las cosas quedaron en manos de su socio. “Packer fue una salvación grande en mi vida. Armamos Ellerstina. Eso fue una pegada para mí”, reconoce Gonzalo Pieres, que hoy tiene casi todo lo que poseía Kerry en General Rodríguez. “Con las ventas de La Irenita, El Monte, el Polo de Chicos, compré el 50% que tenía Packer menos la casa y las caballerizas originales. Y entonces me quedó Ellerstina para mí solo. Más contento no puedo estar”, sonríe. Pero en realidad, no está solo en esa propiedad.“Estoy haciendo todas las cosas en sociedad con los chicos. Yo no quiero manejar solo a Ellerstina. Desde hace un año estamos trabajando juntos en la cría y la venta de caballos, y en la parte de mantenimiento. Ellos están muy involucrados y es importante que lo hagamos antes de que yo me retire del todo”, advierte, a sus 66 años. ¿Cuándo será ese retiro? “No será un retiro total, pero sí grande. Calculo que pasaré a ser un socio… Si se juntan los tres [Gonza, Facundo y Nicolás] soy un socio minoritario”, vuelve a sonreír. Y detalla: “Mis dos hijas [Tatiana y Cecilia] me ayudan en todo lo que es organización. Ellerstina también es de ellas. Lo único que no es la cría, en la que estamos los tres chicos y yo”.Tras una larga charla, Pieres escucha una pregunta: “¿Te quedó algo el tintero”? “No, no. En el tintero tengo poquísimo ya”, ríe, aludiendo a su futura jubilación. Tiene, ciertamente, motivos como para reír Gonzalo Pieres. “Gracias a Dios, de los 30 años que tenemos, casi todos fueron buenos”, se complace. Sus 15 años de alianza con Kerry Packer fructificaron en Ellerstina, ese “mejor club del mundo” que llevó el profesionalismo al más alto nivel. Mejores caballos, mejores canchas, mejores instalaciones, mejor entrenamiento (equino y humano), mejor presentación, más especialistas. Las varas mucho más altas, para sí y para el resto. La excelencia. La Z.

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