escucharescucharEn pocas semanas habrán pasado 72 años desde que el diario francés Le Progrès, de Lyon, publicara una entrevista con Albert Camus (1913-1960) perpetuada con el título de La servidumbre del odio. Era el día de la víspera de Navidad de 1951, Camus tenía 38 años y había publicado ya varias de sus obras seminales, como las novelas El extranjero y La peste, la pieza teatral Calígula y el ensayo El mito de Sísifo. Era un pensador profundo y rebelde, un periodista lúcido e insobornable (en términos económicos o ideológicos), un gigante moral que respaldaba sus ideas con sus acciones, sus actitudes y su vida. El rescate de aquella entrevista puede operar como faro en tiempos sombríos, los actuales, en que la palabra odio abunda en discursos, en escritos y el odio en sí alimenta conductas, abre grietas y es un combustible que riega las redes sociales y los foros de internet.El periodista que lo entrevistó comenzaba por preguntarle a Camus si veía alguna relación entre el odio y la mentira, a lo que quien recibiría el Premio Nobel de Literatura en 1957 respondía: “El odio es en sí mismo una mentira. Se calla instintivamente con relación a toda una parte del hombre. Niega lo que en cualquier hombre merece compasión. Miente esencialmente sobre el orden de las cosas. La mentira es más sutil. Sucede incluso que se miente sin odio, por simple amor a uno mismo. Todo hombre que odia, por el contrario, se detesta a sí mismo en cierto modo. No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira”. A lo largo de la conversación, Camus insistiría varias veces en el hecho de que no se puede odiar sin mentir, y conviene reparar en ello, dado que, efectivamente, el odio se alimenta de mentiras, necesita de ellas para no apagarse, teme que la verdad pueda contradecirlo, obligarlo a reverse o, peor, a desaparecer. Buena parte de los relatos que escuchamos, que se nos cuentan una y otra vez, que se difunden masivamente, que moldean nuestros pensamientos y que a menudo repetimos sin someterlos al pensamiento crítico, están alimentados por mentiras y falsedades y conducen (nunca de manera inocente) a despertar o sostener el odio hacia alguien o hacia algo. Y así como afirmaba que no se puede odiar sin mentir, Camus razonaba que es imposible acceder a la verdad si no se sustituye el odio por la compasión, es decir, por la capacidad de ver al otro, de imaginarse en su lugar, de escuchar sus razones.”Todo hombre que odia, por el contrario, se detesta a sí mismo en cierto modo”, sostenía Albert CamusLa entrevista del diario francés tuvo lugar en un tiempo de heridas abiertas, con las dolorosas secuelas de la guerra aun presentes y frescas. “Por supuesto, el siglo XX no ha inventado el odio –reflexionaba Camus–, pero cultiva una variante particular que se llama odio frío, en maridaje con las matemáticas y las grandes cifras”. Pareciera que está hablando hoy, cuando el hambre, las guerras y la violencia helada e inclemente de la vida urbana dejan tendales de víctimas que se cuentan como cifras o estadísticas, no como vidas, ante la indiferencia masiva, acorazada detrás de pantallas y auriculares. Camus fue considerado por sus críticos (los que se sintieron tocados por sus pensamientos) como un idealista ingenuo. Él decía sostener la filosofía del absurdo. No era creyente, no esperaba un más allá, y para que la vida no sea un puro absurdo, sostenía, es necesario vivirla de una manera que tenga sentido. Una responsabilidad que cada persona debe asumir. En aquel reportaje señalaba: “Nada es dado ni prometido, pero todo es posible para quien acepta empresa y riesgo. Es esta apuesta la que hay que mantener en esta hora en que nos ahogamos bajo la mentira, en que estamos arrinconados contra la pared”. Mientras tantas voces vacías no superaron a su tiempo, la de Camus resuena hoy con necesaria potencia. Llamaba a luchar, “a fuerza de obstinación, contra la injusticia, en nosotros mismos y en los demás”.Sergio SinayTemasPensamientoConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de PensamientoExperiencia Proust. Música, clases magistrales, cine, teatro y, por supuesto, magdalenasDiálogo exclusivo. Yuk Hui: “Hoy, quien tiene una computadora, un celular o un iPad es capaz de crear arte”Una torta para intelectuales. Festejo, empanadas y brindis por los lúcidos 92 años de Juan José Sebreli
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