Polistas extranjeros ilustres en Palermo: ¿qué equipo de los últimos 40 años podría haber enfrentado mano a mano a una selección argentina?

Aquella vez, en Retama, San Antonio, Texas, concluía un ciclo brillante del polo argentino. Era el 31 de mayo de 1980. Se retiraban Juancarlitos Harriott y Horacio Antonio Heguy. No en Palermo ni vistiendo la gloriosa camiseta de Coronel Suárez con la que habían ganado 20 y 19 títulos del Abierto, respectivamente, sino con la del seleccionado argentino. Nadie imaginaba que sería la última vez de la Copa de las Américas. El choque de potencias con Estados Unidos. El que quedaría con un registro global de 6 a 2 para nuestro país. El único partido que resistía una organización costosa, habida cuenta de la falta de equivalencias existentes con las demás naciones.A la Argentina ya le había sucedido con los Juegos Olímpicos. Barrió con los rivales en París 1924 y Berlín 1936. El polo quedó fuera del programa y no volvió. Lo mismo sucedió con la Copa de las Américas. Y aunque hubo seleccionados que nos representaron en diferentes competencias internacionales, como la Coronation Cup, en Inglaterra, o la Copa de las Naciones, en una suerte de test-matches, siempre fue con limitación de handicap.Retama 1980, la última vez: Juancarlitos y Alfredo Harriott, y Horacio y Alberto Pedro Heguy (Gentileza Pasión y Gloria/)El polo de elite quedó, desde ese 1980, en un vacío que se mantiene hasta hoy, más allá de estas últimas competencias mencionadas. Alguna vez, durante la presidencia de Gonzalo Tanoira en la Asociación Argentina de Polo, el ex crack de Mar del Plata se ilusionó con la posibilidad de reflotar la Copa de las Américas. Seriamente. Incluso, lo anunció públicamente durante la entrega de premios del Abierto de Palermo 2003. “En marzo en Palm Beach y en noviembre en Buenos Aires”, fue su anticipo. Coincidían las fechas: los jugadores suelen estar en la Florida de enero a principios de abril por sus compromisos profesionales, y de septiembre a diciembre, en la Argentina, para la Triple Corona.En aquel entonces hablamos varias veces con Tanoira sobre su idea. Sobre todo, si él creía que era “realmente realizable”. Le sobraba entusiasmo. Se trata de un emprendimiento millonario. En cachet de jugadores, en traslados en avión y el pago de seguros de los caballos, en la organización del evento en sí. Cifras difíciles de dimensionar para organizar dos o tres partidos. Tampoco era sencillo vender el producto polo para generar un negocio y “los mecenas” no sobraban, sobre todo porque no tenían ninguna chance de ser parte del espectáculo como protagonistas, como jugadores. Ya habían pasado, también, dos décadas desde la última realización de la Copa de las Américas, en tiempos, aquellos, de mayor romanticismo y en los cuales empezaban a aflorar los primeros síntomas del profesionalismo de la mano del Gordo Moore.La Copa de las Américas también juntó a Santa Ana con Coronel Suárez: Frankie y Gastón Dorignac, Juancarlitos Harriott y Horacio Heguy (Archivo/)Hace tres años, Alberto Pedro Heguy, otra leyenda de Coronel Suárez e integrante de aquel seleccionado del 80, recordaba cómo se gestó, para tener una idea. “En el 79, Luis Lalor, que era presidente de la Asociación Argentina de Polo, me escribió a Estados Unidos para ver si podíamos volver a jugar la serie. Recurrí a Gonzalo Tanoira (otro 10 de handicap), que era una especie de dios en Palm Beach. Hablamos con los magnates que manejaban el polo ahí. Empezamos a hablar de presupuesto. La idea era que ellos vinieran a Argentina y que con lo que recaudáramos pudiésemos costear los gastos para ir a Estados Unidos en 1980. Hacerlo en una serie de ida y vuelta. Gran parte del presupuesto lo asumió Steve Gose, dueño del Retama Polo Club, que sería la sede en San Antonio. Y así fue la historia: ellos se pagaron su viaje y estada en el 79 y nosotros fuimos allá con lo que sacamos de recaudación. No puedo hablarte de un número exacto, pero calculale unos 400.000 dólares de esa época. Nosotros, jugamos gratis. Éramos amateurs”, recordó Alberto Pedro, padre del Ruso, Pepe y Nachi Heguy, cuádruple campeones de Palermo.Las ganas de Tanoira no alcanzaron y la iniciativa fue diluyéndose. Pueden organizarse exhibiciones de 80 goles, solidarias o no. Pueden realizarse Mundiales con limitante de handicap, equilibrando hacia abajo. Pueden llevarse adelante test internacionales con otros países con tradición polística, como Gran Bretaña, pero sin abandonar los límites. Lejos de aquella competencia en la que tanto la Argentina como Estados Unidos ponían lo mejor que tenían, en jugadores y en caballos.El imaginario colectivoPasaron otras dos décadas. Las generaciones, los hábitos fueron cambiando, renovándose. Palermo mismo es distinto al Palermo de esas épocas donde la única música que se escuchaba era la de los caballos galopando por la cancha 1, el “tac” del cigarro a la bocha de madera y algún pechazo cerca de las tribunas. Hoy es un espectáculo más global, con recitales, comida gourmet y un paseo de fin de semana.Aún así, en ese contexto distinto, no son pocos los que suelen tener fogonazos de otros tiempos y se preguntan qué se podría haber organizado en estos 40 y pico de años a nivel top. Diálogos imperdibles sobre cómo hubiera formado un seleccionado para un 9° capítulo de la Copa de las Américas; de si Juancarlitos y Adolfo Cambiaso hubieran podido jugar juntos; de si es más conveniente poner como seleccionado a un equipo entero que ya tiene un funcionamiento o juntar a los mejores de cada puesto a expensas de no saber cómo rendirían juntos. El imaginario colectivo es tan frondoso como divertido.A sabiendas del abanico de variantes que podría ofrecer el polo argentino, armando 20 equipos de primer nivel, quizá la pregunta clave para formularse sea: ¿pero, quiénes podrían haber conformado un seleccionado ideal para hacerle frente a la máxima potencia mundial? ¿Qué jugadores que pasaron alguna vez por Palermo serían “seleccionables” para constituir un “Resto del Mundo” competitivo y con chances de jugar mano a mano? Sin necesidad de haber coincidido en las épocas.Vamos a armar el equipo entonces. Juguemos un poco con la memoria y seamos por un rato coaches de ese Resto del Mundo…// // //¿Qué buscamos? ¿Jugadores ganadores? ¿Buenos jugadores aunque no hayan ganado tanto? ¿Especialistas en una función o versátiles? Un poco de todo. Sin olvidar que en el polo, no obstante su evolución, sigue siendo importante el jugador de “tal puesto”. Conocer su misión, cuál es su trabajo, qué es lo importante y prioritario.Si uno mira los últimos 15 años (y las décadas que quiera…), no hay dudas sobre el N° 2. El motor del equipo, el que recorre kilómetros y kilómetros por partido. El que se sacrifica y va a todas. El que releva a sus compañeros de manera natural. Y además ganó 10 veces el Campeonato Argentino Abierto, descollando en varias finales, lo cual es un plus inconmensurable. El uruguayo David Stirling (h.) es el jugador que no podría faltar en ninguna formación. Es el jugador extranjero que más conoce hoy el aficionado del polo, entre otras cosas, porque a través de él tomaron dimensión de su rol e importancia, de lo que significa para su equipo y los rivales. El mejor extranjero que haya jugado en nuestro país.Pelón Stirling, el motor de La Dolfina, durante la última final de Palermo. Ganó 10 veces el Abierto en 14 participaciones (LA NACION/Santiago Filipuzzi/)Muchas veces a lo largo de su carrera, Pelón Stirling tendió a minimizar sus condiciones, a remarcar eso de “tengo la suerte de jugar con tres cracks” por sus laderos en La Dolfina (Cambiaso, Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero), cuando en rigor él siempre fue crack porque hace cosas en velocidad que los demás no podrían.Bien, tenemos al 2, que no es un tema menor. Suele suceder, cuando se arman conjuntos nuevos, que se reúnen dos buenos jugadores que suelen desempeñarse como 3 y uno de los dos debe hacer la otra función, que no es nada sencilla. Entonces, tener de entrada individualizado al 2 saca presión a la hora de moldear la alineación.Pega Memo Gracida en la final del 82 entre Santa Ana y Coronel Suárez: ganó el equipo de los DorignacHablemos ahora del 3, del “organizador”, del “cerebro”. El que maneja los tiempos, el que ve la cancha desde atrás y toma decisiones permanentemente. Sobresale más que el 2 porque es el que “se ve más” desde afuera y probablemente tiene un mayor tecnicismo. ¿Con quién nos quedamos para formar dupla con Pelón en la zona media? Con el mexicano Guillermo “Memo” Gracida. Uno de los grandes profesionales del hemisferio norte que dio el polo.Fueron pocos los años en los que jugó en la Argentina, pero suficientes para comprobar su dimensión de jugador. La talla la dio en la final de Palermo 1982 con la camiseta de Santa Ana, junto con Frankie y Gastón Dorignac y Héctor “Cacho” Merlos. Carácter, decisión, visión de juego, taqueo, eximio jinete. Muy organizado. Fue el único título en La Catedral que consiguió, poco premio para su calidad. Tres temporadas consecutivas (82 al 84) y una cuarta con otros colores, diez años después: en 1994 se dio el gusto de actuar en Indios Chapaleufú, reemplazando como back a Marcos Heguy, que se había lesionado en Hurlingham. Y en épocas más recientes fue coach de Ellerstina, dejando su huella por conocimientos y rol docente. Sí, Memo es el 3 de Resto del Mundo.Memo Gracida en 1994, con la casaca de Indios Chapaleufú, donde reemplazó a Marcos HeguyLa variable, en los extremosQuizás en los extremos es donde puede haber una variable. Primero, las opciones más naturales, lógicas. De 1, el hermano de Memo: Carlos Gracida. Un notable jugador que perfectamente podría brillar en el polo de hoy. Lo vimos por primera vez en La Toca, en 1983, el equipo que compartía con Alfonso y Gonzalo Pieres y el brasileño Alcides Diniz, uno de los patrones de mayor nivel que pasaron por Palermo. La Toca se fue invicto de su zona, con dos empates (contra las formaciones de Coronel Suárez; el II salió campeón) y una victoria y Carlitos Gracida sorprendió gratamente. Después, tras un paso por Santa Ana, llegaría su etapa esplendorosa.Carlos Gracida (derecha) jugando por La Espadaña: brilló como número 1La Espadaña, el gran campeón de los años ochenta (seis títulos en el Argentino Abierto), lo convocó en 1985 para sustituir a Juan Martín Zavaleta, pero la epizootia equina complicó las cosas. Carlos Gracida volvió en 1986 y del 87 al 90 fue campeón. Un nivel extraordinario. Espíritu calmo. Profesional 100%. Capaz de quedarse horas perfeccionando golpes en una práctica. Llegó a 10 goles y hasta ganó el Olimpia en 1988. Sí, se lo ganó a los argentinos.Carlos Gracida (derecha) en Ellerstina 1994: ganó la Triple Corona con Adolfo Cambiaso, Mariano Aguerre y Gonzalo PieresVolvió años más tarde convocado otra vez por Gonzalo Pieres, pero para Ellerstina. Con Cambiaso y con Mariano Aguerre. Para jugar de 4. Una función diferente. Un cambio rotundo, como había sido el de Marcos Heguy en Indios Chapaleufú cuando entró Bautista Heguy al equipo en 1989. Con Gracida de back, Ellerstina ganó la Triple Corona en 1994 y llegó a la semifinal de Palermo en 1995. Un polifuncional de excepción, ya que en el exterior jugó mayoritariamente de 3 y también lo hizo de 2, conformando la dupla media con su hermano. Crack-crack. Falleció en 2014 como consecuencia de una caída en un partido. Hasta la aparición de Pelón Stirling, fue el mejor extranjero que haya pisado la cancha 1 de Palermo.Carlos Gracida jugando por México en la Coronation Cup, junto con la por entonces reina Isabel II, admiradora suya por juego y el trato a los caballos“Fue un profesional en todo el sentido de la palabra. En el training de los caballos, en la garra que le ponía a cada emprendimiento. ¡Un jugadorazo! Ganador nato. Respetadísimo. ¡Cómo andaba a caballo! Era como un jinete de adiestramiento. Y ni transpiraba. Otra cosa: era un excelente representante de sí mismo. Se hacía valer como pocos”, lo describió alguna vez Ernesto Trotz, compañero suyo en La Espadaña junto con los Pieres.¿Algo más? Sí. Carlos fue instructor del rey Carlos y de sus hijos, William y Harry. Y el preferido de la ex reina Isabel II, quien lo distinguió en 2012 por su trayectoria y su cuidado, sin agresión, de los caballos. Un embajador mundial.Du Plessis pegando un backhander: el sudafricano ganó notoriedad en su paso por La Natividad (Rodrigo Nespolo/)Bien. Tenemos entonces: Carlos Gracida, Pelón Stirling y Memo Gracida. Nos falta el 4. Naturalmente surge el nombre del sudafricano Ignatius Du Plessis, de gran evolución a partir de su ingreso en La Natividad, donde alcanzó su pico en 2022, con las conquistas de los Abiertos de Palermo y de Hurlingham. Por momentos con la fuerza de un Springbok, Nachi se ganó la admiración del público argentino y el respeto de los adversarios. No llegó al 10, pero mostró su categoría. Incluso, en los últimos años, fue posicionado en las preferencias como “el mejor back después de Juan Martín Nero” entre los participantes del alto handicap, lo cual da un parámetro de la consideración que obtuvo. Marca, anticipo, potencia y capacidad para sumarse en ataque constituyen su arsenal de presentación. Quizá la concentración haya marcado diferencias entre el Du Plessis “temible” y el “vulnerable”. Ello, independientemente del déficit organizativo que sobrellevó con el aporte de sus compañeros de equipo hasta que estuvo en La Natividad. Y la organización, claro está, es un factor crucial en un polista de elite.El equipo 1, entonces, sería con Carlos Gracida, Pelón Stirling, Memo Gracida y Nachi Du Plessis. Todos campeones de Palermo. Tres de ellos 10 goles. Cada uno en su posición natural. Sólido atrás, un conductor de jerarquía, un motor de Fórmula 1 y un definidor con clase. Con dos confiables ejecutores de penales (los Gracida). Nada mal para un coach.El estadounidense Mike Azzaro en la final de Palermo 1995, jugando por La Mariana: sorprendió por su rápida adaptación¿Cuál sería la variable de la que hablábamos? Sin tocar la columna vertebral del 2-3, y teniendo en cuenta la experiencia que tuvo en Ellerstina, como back, sería pasar a Carlos Gracida atrás y sumar en ataque al estadounidense Mike Azzaro. Uno de los que generó impacto en la Argentina con una presencia fugaz. Fue en 1995, convocado por los hermanos Sebastián y Juan Ignacio “Pite” Merlos y Milo Fernández Araujo. Azzaro se sumó al conjunto de La Mariana y fue un suceso en Palermo jugando como 1.Ese Abierto de Palermo tuvo sus particularidades. Ellerstina y La Martina (ex Chapa II) jugaron una definición de zona A “bestial” con tal de terminar primeros para así evitar el cruce semifinal con Indios Chapaleufú, de los cuatro hermanos Heguy, campeones en 1991, 1992 y 1993. Ganó La Martina 11-10 en suplementario. La otra definición de zona B entre Chapaleufú y La Mariana fue tranquila, cuidando caballos, y se impusieron los Heguy 16-14. El tema es que esos partidos fueron entresemana. La Martina llegó “fusilado” a la semifinal del sábado y perdió un partido inolvidable contra La Mariana por 20-19. Chapaleufú derrotó a un “tocado” Ellerstina (19-13) y luego se coronaría en el cotejo decisivo (14-10).La Mariana fue un dignísimo subcampeón y tuvo en Azzaro a su carta sorpresa, por desenvolvimiento, eficacia en la ejecución de penales y sobre todo rápida adaptación a un polo de 40 goles que nada tenía que ver con el que jugaba en Palm Beach. Marcó 31 goles (19 penales) y escoltó a Bautista Heguy (41) en la tabla. Cinco años después, Azzaro volvió y fue parte de Ellerstina (ya sin Cambiaso), con Gonzalo y Gonzalito Pieres y el brasileño Fabio Diniz, reemplazando a Marcos Di Paola como back. Fueron semifinalistas y Mike marcó 15 goles. Pero sin el suceso que generó en La Mariana.Mike Azzaro en 2019, cuando ganó con Estados Unidos la Westchester CupConsiderando aquella imagen, el equipo 2 tendría a Azzaro, que podría perfectamente encajar en esa formación como delantero, junto con Stirling, Memo y Carlos Gracida, siendo tanto o más competitiva que la original. Con tres ejecutores de penales.El sentimiento de Stirling“¿Qué equipo elegiría? Cualquiera de esos dos está buenísimo. Los dos Gracida fueron extraordinarios. A Memo le compré muchos caballos, aprendí mucho de lo que era un caballo. Carlos me hizo de coach en Inglaterra. Aprendí mucho con ellos. Tipos que tenían todo muy pensado, muy organizado afuera de la cancha. Un ejemplo como jugadores”, reflexiona Pelón Stirling sobre lo sería ese partido imaginario de Resto del Mundo con la Argentina.Y también se anima a pensar cómo habría sido ese choque tan especial. “¿Cómo nos hubiera ido a Resto del Mundo? Bravo, ¿eh? Los mejores jugadores son de Argentina. A nosotros, como extranjeros, nos ha ido muy bien en ese polo también, nos hemos sabido adaptar y poner nuestro granito de arena. El haber andado bien en la Argentina, donde está el mejor polo del mundo, para cada uno habrá sido una alegría tremenda. Arrancando afuera, en otro país, nuestra meta siempre fue jugar alguna vez el Abierto de Palermo con los mejores. Los resultados nos han acompañado. Los Gracida ganaron, Nachi también”.Pelón Stirling con las 10 réplicas del Abierto de Palermo que ganó con La Dolfina (Fabian Marelli/)Tenemos cinco jugadores entonces para dos hipotéticos equipos. Y entre los suplentes podríamos incluir al canadiense Fred Mannix, el patrón-jugador que fue finalista de Palermo 2013 con Alegria. Un hombre de negocios que supo darse maña para pelear entre los mejores, e incluso jugar en un puesto (back) que no era el que prefería (le gustaba más ir de 1). Y también al brasileño Rodrigo Ribeiro de Andrade, al chileno Gabriel Donoso (como 1 o 3) y al uruguayo Alejo Taranco, para redondear un plantel con recambio.Hablar del equipo argentino, buscando la mejor versión en los últimos 40 años, implicaría un debate interminable. Para muestra, basta con citar a los número 1 aspirantes al puesto: Cambiaso, Facundo Pieres, Camilo Castagnola, Bautista Heguy, Pepe Heguy, Polito Pieres, Benjamín Araya, Agustín Merlos, Javier Novillo Astrada. Y así en cada posición.Ahora bien, armar un Argentina-Resto del Mundo tendría los mismos inconvenientes que enfrentaba Gonzalo Tanoira hace 20 años para reflotar la Copa de las Américas y el equipo extranjero ni siquiera sería alguno de las opciones citadas: Pelón y Du Plessis pertenecen a otra generación. Incluso, si se replicara un sistema conocido para disponer de caballos sin gastar en traslado (armar un pool con criadores aportantes y sortearlos), tampoco representaría el espíritu de aquellas batallas que tuvieron su último capítulo en Retama 1980.El juego imaginario lo hizo “volar” por un instante a Pelón. “En lo personal, contento de poder entrar en consideración de un cuarteto de extranjeros. Sería muy divertido enfrentar a la Argentina, pero muy difícil. Pero me sentiría contento de haber sido parte”.

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