escucharescucharLa fiebre de los peluches Beanie (The Beanie Bubble, Estados Unidos/2023) Dirección: Kristin Gore, Damian Kulash Jr. Guion: Kristin Gore. Edición: Jane Rizzo. Elenco: Zach Galifianakis, Sarah Snook, Elizabeth Banks, Geraldine Viswanthan. Disponible en: Apple TV+. Duración: 110 minutos. Nuestra opinión: muy buena.Kristin Gore, guionista y codirectora de La fiebre de los peluches Beanie, es hija de Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos durante los mandatos de Bill Clinton. Puede que sea un dato al azar, pero quizá esa filiación se revele interesante al momento de comprender esos años noventa, como emblema de una época de bonanza económica acompañada de demandas desmedidas. No es casual que a lo largo de la película, distintos televisores reflejen la imagen de Clinton como emblema de prosperidad para quienes supieron aprovechar el envión. Y Ty Warner (Zach Galifianakis), el hombre detrás de la explosión de los peluches Beanie, pudo ser dueño del mundo si hubiera sabido vincularse de forma saludable con las mujeres de su entorno afectivo y empresarial. Hubiera podido, porque el contexto clintoniano se lo permitía. Pero no fue así.A mediados de los años ochenta, Ty era un experto en osos de peluche y tenía la intención de desarrollar uno de marca propia. Para eso se unió con Robbie (Elizabeth Banks), una vecina con la que tuvo una conexión inmediata. Entre ambos desarrollaron unos peluches a los que promocionaron de forma novedosa y ágil, revitalizando un rubro en el que ninguna innovación parecía posible. Ese emprendimiento pronto comenzó a dar jugosas ganancias y eso habilitó una importante expansión, a medida que entre ellos da inicio una relación romántica. El tiempo pasa, llegan los noventa y aunque Ty y Robbie ya no están juntos sentimentalmente, aún están al frente de la empresa.Para el protagonista, el eje de su mundo son los peluches, inventa colecciones limitadas, propone distintos animales y colores, y les agrega ítems que distinguen sus productos de los fabricados por la competencia. En simultáneo, él comienza una nueva relación con Sheila (Sarah Snook), una madre soltera con la que proyecta un casamiento. Mientras tanto, su éxito crece a raíz de a una demanda desmedida de esos peluches, debido a que muchos coleccionistas adquieren piezas discontinuadas o limitadas, especulando con la revalorización que puedan tener según el paso del tiempo, en épocas en las que Ebay ponía en boga las subastas de toda clase de artículos. En su megalomanía, Ty cree estar sentado sobre una montaña de dinero, sin leer que el mercado mismo está generando una bomba de tiempo que podría destruir su imperio.Zach Galifianakis logra un gran trabajo en la piel de Ty WagnerCapturaLa fiebre de los peluches Beanie es una didáctica reflexión sobre cómo un exitoso modelo de negocio puede llegar a hundirse bajo los delirios mesiánicos de su CEO. En ese sentido, la fábula de Ty Wagner es la crónica de una muerte anunciada, y no porque el responsable a cargo sea un idealista empedernido o un necio sin remedio, sino porque su condición humana es la que falla. Son tres las mujeres que circulan a su alrededor, las mencionadas Robbie y Sheila, pero también Maya (Geraldine Viwanathan), una brillante joven que dimensiona antes que nadie, los beneficios de internet como herramienta de ventas, pero a quien Wagner minimiza en su rol dentro de la empresa. Y así Ty se construye un destino funesto a su alrededor.En Red Social, el guion de Aaron Sorkin ensayaba una saga vinculada a un conflicto amoroso, y el despecho como trampolín más que como ancla. Y no importaba tanto si la historia de Marck Zuckerberg era realmente así, porque Sorkin tejía a un protagonista tridimensional, impulsado por una motivación que le daba lógica a esa mezquindad que lo ayudaba a crecer como empresario, a pesar de empobrecerse emocionalmente durante ese proceso. La fiebre de los peluches Beanie tiene algo de eso.A lo largo de esta historia, el protagonista traiciona a las tres mujeres que lo ayudaron a crecer y en las que su éxito se apoyó de una u otra manera. Pero su egocentrismo le impide reconocer esa genialidad que lo complementó, y prefiere encerrarse en la burbuja de creerse más grande que su triunfo. De ese modo, este film plantea que cualquier logro comercial es una fantasía efímera en la medida que se desmerezca el talento humano, un capital que al menos desde la óptica del cine, los Marck Zuckerbergs y los Ty Wagners del mundo, jamás serán capaces de dimensionar. Y eso siempre hará empalidecer cualquier tipo de triunfo profesional.Martín Fernández CruzTemasCríticasApple TV+Conforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de CríticasCrítica. En Smiley, un mensaje equivocado da comienzo a un romance tan improbable como perfectoCrítica. Galego: una pequeña historia de inmigración que se convierte en una epopeya emocionalDe la mejor forma. Giselle vuelve a morir de amor en el Teatro Argentino de La Plata
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