Federico D´Elía dice que la primera imagen de Estudiantes que recuerda es el equipo festejando la Copa Intercontinental“A mí me pone más contento que por la calle me griten ‘vamos Pincha’ a que me digan ‘qué buen actor que sos’. Cuando leo cosas lindas de mi club, y no solo del fútbol, también en el plano social, me pone feliz como si se hablara de mi familia. Siempre siento que estoy en deuda con Estudiantes y puede sonar ridículo, porque no fui jugador, dirigente ni nada, pero a mí me dio mucho y siento una gratitud eterna”.Con la misma emotividad con que se expresa en un escenario, en una tira de televisión o al abordar un personaje en una serie, Federico D’Elía lo hace a hablar de su equipo. En la calidez de su casa, la pasión brota desde el primer momento de la charla, que se revistió de rojo y blanco, en un permanente ida y vuelta de recuerdos futboleros.“Para muchos actores puede ser un sacrilegio, pero en más de una ocasión, me he quedado mirando el partido de Estudiantes por televisión hasta el instante antes de salir a escena. Una que fue terrible fue haciendo la obra Todos serán mis hijos, con Lito Cruz y Ana María Picchio, jugábamos de local en cancha de Quilmes por los cuartos de final de la Copa Libertadores ante un equipo brasileño, lo teníamos dominado y estábamos casi clasificados porque faltaba muy poquito. Me llaman para hacer mi aparición en el escenario al tiempo que seguía mirando y justo nos meten el gol que nos dejaba afuera. Pateé una silla y por centímetros no rompí un espejo (risas). Por suerte mi personaje tenía que entrar con mala onda y así lo hice. En otra ocasión, me tocó ingresar y el partido se seguía disputando, por lo que le pedía a un compañero que cuando le tocara su parte, me dijera como iba el Pincha. Recuerdo a Mercedes Funes, en Le Prenom, acercarse en medio del escenario y comentarme por lo bajo: “Tranquilo que ya lo empataron” (risas), Si no, no estaba tranquilo”.Esa adrenalina de la actuación, tan única y maravillosa, tiene muchos puntos en común con lo que vive Federico con respecto a su amado Estudiantes de La Plata. Una relación que comenzó, como la mayoría, siendo un chico, pero con un origen bastante particular: “No tengo el recuerdo del primer partido que vi en la cancha, pero si la imagen que me viene a la cabeza es la del equipo festejando la Copa Intercontinental, cuando salieron al césped a mostrarla y a dar la vuelta olímpica. Mi vinculación con el club había comenzado un poco antes, según me cuenta mi papá (Jorge, también reconocido actor). Siendo muy chicos con mis hermanos, nos puso delante de las dos camisetas. La de Estudiantes con un vaso de Coca Cola y la de Gimnasia con uno de leche y dijo simplemente: “Elijan” (risas). Por supuesto la elección fue por el lado del Pincha. Yo debería tener unos cinco años y estaba el hecho que, del lado de la familia de mi mamá, eran del Lobo, y mi abuelo me llevaba a la cancha, hasta que mi viejo pensó que ya era el momento de cortar con eso y nos indujo a ser Pinchas”. D’Elía revisa artículos con campeonatos del PinchaLa pasión, que en el caso de D’Elía se llama Estudiantes, no se limita solo a su equipo, sino también a muchos elementos que circundan al fútbol: “La cancha siempre fue para mí un lugar muy especial, y algo similar me ocurre cuando ingreso a un teatro vacío. Si estoy de gira, sea por cualquier lugar, si sé que tengo cerca un estadio, allá voy, porque lo quiero conocer, aunque no haya nadie. En el secundario me he rajado del colegio para ir hasta 1 y 57, solo para estar allí, ya que rara vez coincidía con el entrenamiento del equipo. Cuando me vine a vivir a Capital, desde el departamento, veía el Monumental”.Entre muchos signos distintivos que tiene Estudiantes de La Plata, está el sentido de pertenencia, ese elemento tan intangible como maravilloso, que produce una enorme identificación con los colores: “La institución tiene muy marcado su ADN, pero es algo en lo que trabaja mucho, para que siga presente y esté siempre. Es necesario, sobre todo en los clubes de estas latitudes, donde no tenés guita y hay que buscar otras fórmulas. Se han dado casos de futbolistas que han pasado por el club apenas seis meses o un año y quieren volver. No es casual, porque más allá del fútbol, se hace hincapié en la parte social, que se cuida en cada detalle, como el colegio y que los jugadores estén obligados a estudiar. Hoy por hoy, es lo que más orgulloso me pone y la bandera que más me gusta enarbolar. Me parece que el futuro va por ahí, ser un lugar de contención, porque todo vuelve”.La sangre pincha corría inexorablemente por las venas de Federico, ya que Jorge, su padre, fue muy cercano al plantel que alcanzó la gloria máxima a fines de los años ‘60: “Él fue un privilegiado, porque el fútbol es un ambiente cerrado y aquel plantel era bastante particular. Mi viejo era un personaje en La Plata, porque era comerciante y, entre varios emprendimientos, tenía un restaurant muy grande, frente al hotel donde paraban la mayoría de los equipos visitantes, que comían ahí. Lo mismo hacían los muchachos de Estudiantes, con quienes se hizo amigo, como Eduardo Manera o el Flaco Poletti, quienes le abrieron las puertas. Los acompañó a todos lados, salvo cuando nacíamos alguno de nosotros (risas), él estaba ahí. Eso me permitió siendo un chico, estar con ellos, correr por las canchas del country, ese hermoso espacio al que vi crecer. Estudiantes es mi segundo hogar. ”.Tres Copas Libertadores y una Intercontinental fueron los hechos más destacados de ese equipo que instaló por siempre a Estudiantes en la consideración del mundo del fútbol. Como era lógico, con la partida de los jugadores y del entrenador, Osvaldo Zubeldía, llegó una etapa de merma en el rendimiento en el primer lustro de los ‘70, hasta que en el ‘75, con Bilardo como DT, volvió a la lucha por los títulos, coincidiendo con el primer recuerdo fuerte de Federico: “Galleti, Benito y Verón era la delantera, me sale de memoria. El Flaco Pezzano el arquero, Horacio Rodríguez uno de los centrales, todavía estaba Pachamé y el talento de Carlos López, al que le cantaba la tribuna: ‘Y toque, toque, Carlos López’. Por ese tiempo surgieron chicos de las Inferiores que hicieron historia, como Abel Herrera, Miguel Russo, Patricio Hernández y el Tata Brown. Era la época en la que no se veía casi nada por televisión, había que seguirlo por radio y por eso era fanático de las revistas El Gráfico y Goles”.Federico D´Elía en su casamiento con la remera de EstudiantesEsa gran campaña del ‘75, con la participación al año siguiente en la Copa Libertadores, no fue más que un espejismo futbolero. Enseguida retornaron los rendimientos irregulares de un equipo de paso vacilante, alternando buenas actuaciones con otras decepcionantes. El Narigón regresó a comienzos del ‘82 y todo cambió: “Bilardo tiene eso con Estudiantes, medio inexplicable, porque se generaba entre él y la gente algo muy particular, que no lo repitió en otros clubes, pero sí en la Selección. Al ser tan futbolero desde muy chico, conocía a la mayoría de los jugadores y el Sabella de River me encantaba, pero estaba postergado por Alonso. Se fue a Inglaterra y quedó fuera del radar de todos, menos de Carlos, que tuvo la visión de ir a buscarlo y fue extraordinario. Lo agradezco, pero siempre me lo voy a preguntar: ¿Cómo se vino desde allá Alejandro a Estudiantes? (risas). Con Trobbiani, que llegó desde Boca, fue algo parecido. Aunque la gente mucho no quiso, allí Bilardo terminó con el mito de que a él le gustaba ganar pegándole de punta para arriba, porque ese Estudiantes fue la muestra de juego de mucha calidad. También había un grupo de jugadores que aún no habían explotado y lo logró allí, como Gottardi, Camino o Brown, por ejemplo, o el caso de Delmémico, que fue uno de mis ídolos y tuvo un torneo excelente en el arco. La noche de la consagración contra Talleres fue inolvidable. Me había llevado muchas materias y estaba estudiando como un perro (risas). El partido fue a mediados de febrero y la convencí a mi vieja de ir con mi hermano y Mariano, uno de mis mejores amigos. Fue una fiesta, en la que el equipo tuvo una gran actuación y el regreso fue cansador, pero hermoso, con muchísima gente de Estudiantes que había ido hasta allá y la enorme cantidad que esperaba en las inmediaciones de la ciudad. En el torneo siguiente, ya con Manera en lugar de Bilardo, se ganó nuevamente en dos finales terribles con Independiente, que también tenía un equipazo”.A lo largo de una historia tan rica, el imaginario álbum de figuritas histórico de Estudiantes fue sumando protagonistas relevantes a lo largo de los años, hecho que subraya Federico, haciendo hincapié en uno de la era contemporánea: “Tenemos mucha gente preponderante y siempre es injusto nombrar a uno, pero no tengo dudas de que, en la era moderna, Sebastián Verón, es el más destacado porque cumplió, y lo sigue haciendo, un rol fundamental en todo sentido, incluso más allá de lo deportivo. Como jugador absorbía toda la presión y debe hacer sido bastante rompe con sus compañeros (risas) por su exigencia, pero todos le están agradecidos. Los potenció, porque soy un convencido que de no haber estado él, muchos futbolistas de los que vinieron, jamás lo hubiesen hecho. Puso en concreto lo que soñó durante años. Apenas bajó del avión en su regreso dijo: ‘Vuelvo a Estudiantes para ser campeón’. Un poco me reí, porque si bien con los ciclos de Merlo y Burruchaga la cosa se había acomodado, era casi una utopía. Sin embargo, más allá de alguna caída, desde ese momento, hace casi 20 años, el equipo siempre dio pelea. La llegada del Cholo Simeone como técnico fue un salto de calidad, aunque fue un riesgo traer a un tipo que llevaba un puñado de meses en la función y más tarde tenerlo a Sabella fue un verdadero lujo. Y en la Selección, creo que el campeón del mundo 2022, se empezó a formar cuando él estuvo al frente. Sin conocerlo personalmente, lo quise mucho”.Nicolás Cabré, Susana Giménez, Griselda Siciliani y Federico D´Elía en la obra “Sugar”La pequeña revolución de Bilardo en Estudiantes ‘82 tuvo su correlato celeste y blanco, al ser designado técnico de la selección nacional. Entre la asunción y la gloria de México pasaron tres años y medio con más espinas que rosas: “Me dolieron mucho las críticas, en varias ocasiones despiadas contra Bilardo en la previa de México ‘86. Pero el que lo conocía sabía que había que esperarlo, porque el tipo laburaba un montón. Haciendo el documental sobre su vida, metiéndome en algunas cuestiones que desconocía, creo que varios de los jugadores que ahora lo aman, lo habrán querido matar en ese momento por su forma de ser (risas). Pero fue tan importante para ellos, que al día de hoy lo cuidan y lo defienden de una manera admirable. El Mundial lo disfruté mucho y me da bronca cuando dicen que fue solo por Maradona. Obviamente que Diego era el as de espadas, pero atrás había un gran equipo. Creo que el gran mérito de Carlos es haber hecho que los futbolistas quisieran estar en la Selección y amar esos colores. Y es justo decir que el Flaco Menotti también había contagiado algo similar. Cuando escucho la pavada que a Passarella lo envenenaron, me pongo mal, porque es no conocer a Bilardo, que era el que más quería ganar y con Daniel de líbero era un paseo. Podían no llevarse bien, pero nada que ver con algo así. En alguna medida, fue una revancha para tantas críticas. La historia siguió en el ‘90, cuando hizo un Mundial inmundo (risas), pero el sentido de pertenencia produjo que todos los jugadores se ayudaran”.En tiempos de series sobre grandes personajes, sobre todo contemporáneos, Federico D´Elía dijo presente, desde dos ángulos distintos, en aquellas que relataron la historia de Diego Armando Maradona y Carlos Salvador Bilardo: “La primera, en la que personifiqué al profe Fernando Signorini, fue el puntapié inicial para vincularme desde mi trabajo con el fútbol, sabiendo que iba a viajar por Barcelona, Nápoles y México y fue fantástico, como el hecho de vernos a todos vestidos como en esa época. En el de Carlo, estuve en la producción y fue hermoso porque estaba vinculado a mi club, aunque, a su vez, era como una doble responsabilidad. Al principio no encontrábamos sus famosos videos, porque desde que él enfermó, se habían guardado en cajas, que nadie sabía donde estaban. Finalmente, los localizamos en una cochera y algo se pudo visualizar, porque la mayoría no tenía rotulación y quizás era toda una cinta con un tipo haciendo laterales, al estilo de Carlos (risas). Él grababa mucho con su cámara personal, incluso en el documental pusimos algunas cositas más vinculadas a la familia. La idea, que pudimos plasmar, era no ponerlo en el bronce, pero tampoco que quedara solo en las anécdotas o historias que hay en derredor de él, sino contar lo que fue realmente, un grande de verdad. Lo más difícil de todo fue conseguir que estuviera César Menotti dando su testimonio, a quien grabamos una vez que había concluido el rodaje, luego de muchas insistencias, pese a la entendible negativa de Daniela, la hija del Narigón. Para mi era una presencia fundamental, porque desde mi punto de vista, fue una pelea absurda y que no ayudó en nada. Una grieta innecesaria que, de algún modo, logramos cerrar así. Estoy orgulloso y contento por el producto final y la repercusión, pero con el diario del lunes, te quedás pensando que se podrían hacer miles de capítulos más con un personaje así”.Federico D’Elía produjo la serie de Bilardo (fotos Franco Fafasuli)El fútbol se nutre en buena parte de su folclore de los clásicos. Y lo mismo pasa con algunos programas de televisión, que se ganan ese rótulo por resistir de manera admirable por el paso del tiempo, ayudado por los fanáticos, en otro punto en común con la número cinco. Federico fue parte de Los Simuladores, que este año cumplirán el anhelo de muchos, de hacer una película: “Tenemos los plazos estipulados, pero pueden cambiar. Si tardamos más de 20 años en hacerla, imagínate con un tema de meses (risas). Ya está todo arreglado, armando, firmado y estamos con muchísimas ganas. Más allá del deseo nuestro, en gran parte se hace por la gran insistencia de los seguidores, porque decidimos prestar atención a eso. Sentíamos que de afuera venían muchas ganas. Es una manera de cerrar el círculo de un fenómeno muy particular y ojalá el resultado sea el que todos esperamos”.Y aparece esa mágica palabra (resultado) tan afín al credo de Bilardo y de Estudiantes. Una hinchada pasional y con la que nuestro entrevistado se identifica mucho. En cada partido llena la cancha, manteniendo encendida una llama que parece eterna. Pese a ello, no debe extrañarse que si se cruza a Federico en las inmediaciones del estadio Uno escuche la pregunta: “¿Fuego tiene?”.