Jorge DastisAriel (Cisjordania), 22 jul (EFE).- “La ley internacional es un chiste, es mentira. No existe la ley internacional”. La frase, lapidaria, toma forma en los labios de Yehuda Shimon y envuelve como un manto frío el salón de la sinagoga del asentamiento ilegal judío de Havat Gilad, en Cisjordania ocupada.En su modesto asentamiento viven unas 70 familias. Las casas recuerdan a endebles casetas de obra en un poblado no reconocido oficialmente por las autoridades israelíes.Su ubicación en el territorio palestino ocupado de Cisjordania lo convierte en ilegal a ojos de la comunidad internacional, como corroboró la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitida el viernes, que advertía a Israel de que debe devolver todas las tierras y propiedades incautadas a palestinos desde 1967.”Incluso el Tribunal Supremo (de Israel) dice que es ilegal vivir aquí. No significa nada”, asevera Shimon. Impunidad de los colonosDurante el primer año de la legislatura, en 2023, el Gobierno israelí legalizó 22 colonias en Cisjordania ocupada, una cifra récord. Pero 2024 batirá la marca: el Estado ha confiscado miles de hectáreas de territorio en el codiciado Valle del Jordán, autorizado unas 5.300 nuevas viviendas en asentamientos y legalizado cinco puestos de avanzada o colonias ilegales, como Eviatar cerca de Nablus, denuncia la ONG Peace Now.Israel ya administra civil y militarmente el 82 % de Cisjordania en una lenta metamorfosis del terreno que frustra las esperanzas de lograr un Estado palestino, convertido en espejismo.”Aquí no hay espacio para dos Estados”, asevera Shimon, para quien la tierra bíblica de Israel pertenece exclusivamente a los judíos y los demás son “invitados”.A unos pocos kilómetros al sur de Havat Gilad se encuentra Eviatar, un asentamiento recientemente legalizado por las autoridades israelíes, que hace solo unas semanas declararon estatal el terreno en el que se ubica.Según Malkiel Bar-Hai, encargado de la seguridad del recinto, la ubicación del asentamiento, a pocos metros de un transitado cruce en pleno centro de Cisjordania, lo convierte en un importante enclave estratégico que permite conectar el valle del Jordán con la costa Mediterránea.Tal vez esto explica la rapidez del Gobierno a la hora de legalizar la colonia, fundada por primera vez en 2013 y reinstaurada en 2021.Bar-Hai dice que un destacamento del Ejército ayuda a mantener la seguridad en el pequeño enclave de apenas 20 familias, junto a un grupo de ciudadanos armados que él dirige.Muchos israelíes defienden los asentamientos no como un derecho divino, sino como un mal necesario para garantizar la seguridad de Israel.En 2005, cuando el entonces primer ministro, Ariel Sharon, ordenó la retirada de los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza, cientos de colonos se vieron obligados a abandonar sus casas en el enclave, dando vía libre a Hamás, según la tesis de los colonos.Algunos, como Shimon, el líder de Havat Gilad, o Serah Lisson, una de las residentes de Eviatar, acabaron viviendo en asentamientos en Cisjordania. Ambos coinciden en que el retorno de los colonos a Gaza es inevitable. “No se trata de si volveremos, sino de cuándo”, repiten ambos.Con el reconocimiento llega la permanencia y con la permanencia, la expansión. El mejor ejemplo es la localidad de Ariel, en pleno centro de Cisjordania, donde viven alrededor de 25.000 personas.La ciudad cuenta con universidad, zona industrial, y, pronto, miles de nuevas viviendas que podrán acoger a jóvenes familias israelíes que no pueden permitirse una casa en Tel Aviv o Haifa.”En 10 años seremos 40.000″, dice con orgullo el recién elegido alcalde de Ariel, Yair Chetboun, que insiste en que la localidad quiere tener una buena relación con los palestinos de las comunidades cercanas y destaca su política de dar permisos a los trabajadores árabes en la zona industrial (aunque, como en muchos otros lugares desde el 7 de octubre, no les permite la entrada al asentamiento).Pero tampoco esconde su proyecto colonizador. “La importancia de Ariel es que somos responsables de todos los asentamientos a nuestro alrededor”, asegura, lo que permite mantener la seguridad en las ciudades de la costa mediterránea.”Si el Ejército está desplegado en un lugar, ven lo que hacen los palestinos. Cualquier lugar que dejamos, ahí no tenemos ojos, y pueden cometer un atentado”, sentencia.La ONG israelí B’Tselem recuerda que en el área municipal de Ariel quedan todavía numerosos terrenos privados palestinos a los que sus dueños no pueden acceder.Su ubicación, además, permite bloquear el crecimiento de la cercana localidad palestina de Salfit, y separar los poblados circundantes a Ariel. EFEjdg/sga/rml(foto)(vídeo)
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