Pasa como con un sueño secreto: si lo expresas cambia todo. El viaje a través de lo femenino de Weimar es sensorial e inspirador, y empieza nada más atravesar el puente sobre el río Ilm, en la colina desde la que se ve la ciudad y uno se siente rematadamente bien, como si aquí, en el lugar que representa el centro de la alta cultura alemana, hubiera algo o alguien que, quieras o no, te obliga a hacer lo que te da la gana. La sensación crece cuando llegas al número 1 de la calle Jenaer, te asomas al Goethe und Schiller Archiv y, por rematada casualidad, encuentras una mujer que observa y resulta ser Annette Ludwig, directora de los museos de Weimar. O, lo que es lo mismo, la fundación que gestiona la cultura aquí.Seguir leyendo
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