En sus Tiempos Modernos, Charles Chaplin superpone la imagen de un redil de ovejas con la de un grupo de trabajadores que sale de la boca del subte para dirigirse a la fábrica. “Una historia de la industria, de la empresa individual, de la humanidad en la búsqueda de la felicidad”, dice la frase con la que se abre el filme de 1936.A grandes rasgos, la película retrata el espíritu del capitalismo fordista, con el hombre como una herramienta más en un sistema que, en su perversidad, solo le interesa la productividad; a fin de cuentas, otra máquina. Hay sobre el final una escena en una cantina en la que Charlot canta la “Nonsense Song” (NdR: en lo anecdótico es la primera vez que el público oyó la voz del personaje) donde se lo puedo ver disfrutando, siendo él mismo, y por la que consigue un trabajo que no estaba buscando. Su pareja, su amor, lo abraza cuando lo contratan. Un final feliz, podría decirse.La figura de Chaplin, sin dudas, merodea en los proyectos con los que la china Cao Fei (Guangzhou, 1978) se presenta en El futuro no es un sueño, su primera muestra individual en el país y la región hispanoparlante, que organiza el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y que tomó el lugar de Intergaláctico, otra expo que se centró en los días por venir, pero de la mano de Gyula Kosice.“Tenemos como una idea muy general y muchas veces un poco contradictoria de lo que es la experiencia china y también cómo se da esta relación con el resto del mundo. Pero el arte contemporáneo global es una experiencia de cambios constantes y la exposición de Cao Fei tiene como punto de partida a China, pero su llegada habla de nuestro contexto también”, comenta la curadora brasileña Pollyana Quintella.La afirmación es acertada porque a lo largo de toda la muestra, si bien la cuestión del origen se hace presente, los escenarios que la artista crea o documenta no son en realidad realidades de una parte del mundo o de un mundo aparte, sino que pueden extenderse a distintas partes del globo.La pérdida de la libertad, que Horkheimer y Adorno alertaron sobre el poder de las industrias culturales, parece haber dado una vuelta ya en estos tiempos postmodernos, en los que la globalización, la www y la sobrepoblación generaron una sustitución de lo identitario y lo autóctono por una identidad importada.Producida por la Pinacoteca de São Paulo, la muestra está compuesta por nueve proyectos que incluyen una treintena de obras, la mayoría de ellas videoinstalaciones creadas desde principios de la década de 2000 hasta la actualidad, dispuestas en un gran montaje inmersivo.Así, la expo se organiza en cuatro núcleos temáticos: “Fabricación y globalización”, “Pasado y presente del mundo virtual”, “Memorias del socialismo y ciencia ficción” y “Urbanización y distopía”, y en cada uno se produce una continuidad entre la gran puesta escenográfica y los videos, para producir esta continuidad sobre “el adentro y el afuera”, lo virtual que se hace presente, la vida como una ficción en la que se pierde el rastro de lo que es real.Tras subir las escaleras, la antesala recibe a los visitantes con un enorme pulpo, figura que aparece en uno de sus videos fabriles. ¿Qué representa el molusco (más allá del selfie-point preferido)? Podrían ser un simbolismo de los trabajadores, que con sus múltiples cerebros y corazones, ponen su trabajo manual en pos de un solo objetivo o, por lo contrario, el sistema que, con su intelgencia particular, termina coordinando una diversidad de brazos y sentires.Si vamos a la mitología china, La Mujer Pulpo es una figura metamorfa, de gran belleza que utiliza sus encantos para atrapar a los inocentes y llevarlos hacia el fondo del mar. También conocida como La Dama de las aguas profundas, puede predecir el futuro y conceder deseos a algunos elegidos, pero también es astuta y traicionera, mostrando la complejidad de la naturaleza humana.Ya en cada una de las salas, la artista recurre a diferentes tecnologías, desde entornos virtuales como Second Life hasta el metaverso, aunque es a través del video donde juega con esta idea de que, citando a Quintella, “el futuro es una creación del presente” y haciendo foco en cómo “la tecnología ha afectado nuestra experiencia como humanos”.La obra de la artista, que participó tres veces de la Bienal de Venecia (2003, 2007 y 2015), propone un lenguaje común, el de la experiencia humana deshumanizada, la de los sueños rotos, la de la virtualidad no como divertimento, sino como escape, pero a su vez, ante los escenarios futuro-no-distópicos que puede llegar a plantear, revela en muchísimos gestos de los protagonistas la belleza de la existencia.Por ejemplo, en Whose Utopia (Utopía de quién, 2006), la mirada se centra en la jornada de los trabajadores de una fábrica de lámparas al sur de China, en una región conocida como el taller del mundo, a los que en un momento les pregunta sobre cuáles eran sus sueños, lo que les gustaría lograr en el futuro y los invita a mostrar sus anhelaos en el interior de la fábrica. Entonces, surgen bailarinas, músicos o taekwondistas, conformando escenas dignas de Bailarina en la oscuridad (2000), de Lars von Trier, en la que la protagonista, interpretada por Björk, creaba estos musicales en su imaginación porque “allí no pasaba nunca nada malo”. Vivir en la imaginación podria ser, según la subjetividad, un gesto de esperanza o una derrota.“Ella maneja el video como un objeto. Sus experiencias instalativas poseen muchos elementos escenográficos que están tanto dentro de la película, pero también afuera. Entonces, nos propone pensar cuáles son los límites entre lo que sucede en la pantalla y en el exterior. ¿Quién soy yo adentro de las redes sociales y afuera? Entonces, ¿cómo construir una identidad que es ahora muy híbrida? Los teléfonos son como una prótesis, son parte de nuestro cuerpo, por lo que todos somos un poco cyborgs”, dice la curadora.Y agrega: “Cao Fei muchas veces trabaja sobre proyectos más que en obras, donde hay un trabajo ficcional y uno documental, o a veces también el mismo trabajo mezcla ambos mundos, por lo que hay siempre un interés en discutir estos contextos sociales, pero también en soñar. Ir del espacio a lo onírico”.En dos momentos de la muestra se exponen trabajos con puntos en común, como RMB City (2007), esta ciudad caótica que construyó durante 15 años en Second Life, donde realizó actividades de la que participaron otros artistas, curadores, etcétera, que vista en el tiempo parece claramente un objeto de museo, donde se observaban citas referentes a la imagen que se podría tener de China, con un enorme Buda dorado dentro de un carro de supermercado rodeado por grandes edificios, un ídolo tipo Coloso de Roda de estética comunista o una especie de Nido de Pájaros, el estadio que Ai Weiwei ayudó a construir para los JJ.OO. Beijing 2008.En la nueva ciudad Duotopia (2022), erigida en el metaverso chino, puede verse la gran diferencia tecnológica entre una propuesta y otra, e incluso su aspecto es más líquido, menos “constructivista”, aunque a los usos sociales, explica la curadora, “todavía no se saben” ni siquiera si “será posible experimentar esta ciudad en términos de público, lo que se podrá hacer”.Con estas dos piezas, la artista indaga en las nuevas formas de relacionarse, en la construcción de imaginarios, y a su vez —en los cambios estéticos entre las propuestas— propone, queriendo o no, la manera en que los avances terminan reconfigurando las cuestiones estéticas, como identitarias.De hecho, para los trabajos construye avatares. En el primero es China Tracy, “que era como una Barbie más hegemónica” y en Duotopia aparece Oz (otra vez la figura del pulpo), un “híbrido de hombre y máquina, pero también de pulpo, que no es posible definir exactamente lo que es, un personaje sin género que se parece más con las discusiones del siglo XXI”.A lo largo de la muestra, la artista ingresa por distintos recovecos a los efectos de la tercera revolución industrial, uno de ellos es el de la hibridación cultural, que puede observarse en Hip Hop, que tiene dos versiones, una en Guangzhou (2003) y otra en Nueva York (2006). El juego es interesante si no se conoce cuál corresponde a cada ciudad, ya que se pueden encontrar más puntos en común que diferencias. Con respecto a la ciudad de origen de Fei la indagación tiene que ver con el crecimiento exponencial en las últimas décadas, cuando dejó de ser una espacio más rural para convertirse en una metrópolis pujante y occidentalizada.En la última sección, en un cine se puede observar Nova (2019), “una película que es fruto de una investigación sobre un cine histórico de estilo soviético en la periferia de Pekín”, realizado en el momento en que los países “trabajaban juntos en un pacto de hegemonía tecnológica, política y científica”.El filme, de género retro-scifi, porque mezcla elementos del pasado con un futuro imaginado, retrata la historia de amor entre científicos, uno de cada nación, que se convierte en una tragedia cuando el hijo queda preso dentro de la pantalla. “Habla de los peligros de este tipo de experiencia tecnológica, pero también específicamente sobre la memoria china y de la periferia de Pekín, de un barrio que está amenazado de demolición”, dice la curadora, quien además realizó una serie de entrevistas con las familias de los trabajadores de estas fábricas de electrónica, cercanas al cine, que era el centro de socialización.Hay en las producciones cinematográficas de la artista una armonía kubrickiana, de planos abiertos, muchas veces espejados, diametrales, en los que la colometría produce fuertes contrastes entre los blancos y grisis de los escenarios, que se rompen con estridencias rojos, amarillos, etc, y que, a su vez, genera a partir del uso de la luz una oscilación entre la lúcidez y las ensoñaciones, lo documental y lo ficticio, que suelen presentare con una ilumunación más cálida y azulada.El futuro no es un sueño es un relato de las últimas décadas de la humanidad, en la que Cao Fei viaja constantemente entre los aspectos tecnológicos y humanos, la relación, dependencia y la alienación de los sistemas productivos. Con su experiencia local, observa cómo las transformaciones afectan la subjetividad humana, a través de herramientas como plataformas digitales, videojuegos y redes sociales, para investigar las identidades virtuales y las condiciones laborales. Pero, como con un mensaje de esperanza (o de tristeza), subraya que detrás de toda la maquinaria, sobreviven los sueños, los deseos y el amor como motor en estos Tiempos Postmodernos. Y, como Chaplin, a veces, solo queda bailar.*”Cao Fei. El futuro no es un sueño”, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. De jueves a lunes de 12:00 a 20:00 y miércoles de 11:00 a 20:00. Martes cerrado. Entrada general, $6000; estudiantes, docentes y jubilados con acreditación, $ 3000; menores de 5 años y personas con discapacidad, sin cargo.Fotos e imágenes: Gentileza Malba