>LA NACION>LifestyleLas primeras horas en su nueva vida fueron claves para definir el curso de su historia..22 de enero de 202502:2710 minutos de lectura’PARA LA NACIONCarina DurnEscuchar NotaUn buen día, Brasil se transformó en un sueño hecho realidad y un nuevo mundo se abrió ante ellos. Irene y Gonzalo sonrieron, allí estaban por fin, dispuestos a avanzar juntos hacia lo desconocido a corazón abierto, entregados a todo lo que pudiera pasar, sin conocer nada, y con apenas algunas frases aprendidas de portugués. El único contacto previo con el Morro de Sao Paulo había sido burocrático, cuando Irene puso en orden todos los documentos necesarios para obtener la ciudadanía.Pero más allá de las fotos compartidas y las lecturas acerca del lugar, no sabían muy bien a dónde iban a llegar, con qué se iban a encontrar, ni qué iban a hacer. Por fortuna, las primeras horas marcaron el comienzo de una historia colmada de muchas más sonrisas.Irene y Gonzalo siempre fueron de aquellos que se animan a dar un salto al vacío (en la foto, Irene)El suceso que marcó el buen inicio de su nueva vida aconteció ya en Bahía, a pocas horas de su arribo definitivo al Morro. Decidieron parar en un hostel y salir a buscar un bar que transmitiera el partido de fútbol que querían ver, en el marco de la Copa de Confederaciones. A la altura de un puesto de panchos, Gonzalo le dijo algo a Irene en referencia al partido y, de inmediato, las personas les preguntaron de dónde eran y los invitaron a sentarse: “Nos daban cerveza y nos daban charla, en esas primeras horas apenas sabíamos lo básico de portugués, pero nos hacíamos entender”, rememora Irene.“Después de muchos años, sabemos que es bien del bahiano ser bastante receptivo. A los tres días fuimos a la isla, y también llegamos de noche, habíamos reservado en una posada, pero el dueño no estaba, el dueño de la posada de al lado vio la situación y nos dio un cuarto por el mismo precio. Cuando tus primeras horas son así, es más fácil todo”.Vista desde su hogar, tras varios meses de búsqueda.El deseo de irse, hallar con quien compartir un sueño, e iniciar una nueva vida en el Morro: “Es muy diferente a cualquier vida de ciudad”Irene, oriunda de General Roca, Río Negro, siempre quiso tener la experiencia de vivir en otro país. En sus años de estudiante en Córdoba, su lugar de preferencia cambiaba una y otra vez, imaginando sus futuras potenciales vidas. Cierto día, Gonzalo apareció en el horizonte, un hombre que le compartió su propio deseo de vivir en otro lugar del mundo. Enamorados y dispuestos a proyectar juntos, decidieron que querían permanecer en Latinoamérica, pero estar allí donde pudieran aprender otro idioma, y Brasil, por supuesto, fue el país elegido, en especial cuando escucharon acerca de las bondades del Morro Sao Paulo, una isla sin autos.El 2013 fue el año que los vio partir. Irene terminó su carrera de arquitectura, tramitaron los papeles, buscaron cómo llegar, dejaron todo y salieron a la aventura: “Fuimos directo a la isla sin conocer nada, sin ningún contacto, pero con la convicción de quedarnos a vivir ahí. Con el poco portugués que sabíamos fuimos encontrando dónde vivir y trabajo”.Amanecer en el MorroAmanecer en el Morro no se pareció a nada de lo que alguna vez vivieron. De inmediato sintieron el pulso peculiar de una vida sin bocinas ni prisas. Primero se instalaron en un hostel, donde se quedaron varios meses, consecuencia de la dificultad de hallar una casa decente y a un precio razonable. Finalmente, encontraron una en la Mangaba, un barrio en el que había que subir unos doscientos escalones para llegar.En sus equipajes, Irene y Gonzalo habían empacado varias copias de su CV. Apenas llegaron, todas las mañanas salían a pie a buscar trabajo y luego aprovechaban la playa. A los pocos días, Gonzalo recibió el llamado de unos de los mejores hoteles de la isla. Irene, por su lado, halló un empleo en una tienda de ropa y más tarde en la recepción de una posada, lo cual le permitió mejorar su portugués y reforzar su inglés y francés.Irene en la posada“La vida en Morro de Sao Paulo es muy diferente a cualquier vida de ciudad, todo llega de afuera, en barco, las actividades son todas de mar, y para ir hacia las playas más alejadas se puede hacer en sulky o barco taxi”.“La vida es más simple y está ligada a la naturaleza, te sabés las mareas de cada día; si las nubes vienen de un lado solo, llueve de un lado de la isla, si vienen de otro lado, no llueve; los insectos te avisan cosas también”, describe Irene.Cuarta playa del Morro Sao Paulo.“Tan ligado a la naturaleza está todo, que la casita frente al mar que alquilamos sufrió las consecuencias. Estábamos de vacaciones en Argentina, cuando me llama la vecina para decirme que se había caído una roca de dos toneladas y otras rocas más que se desprendieron. Las casas quedaron sin luz, ni desagüe y en nuestra casa una parte del techo sufrió daños…”La piedra que causó los daños“En fin, no podíamos hacer mucho, así que nos relajamos y terminamos las vacaciones. Cuando volvimos tuvimos que buscar otro lugar para vivir, y mientras tanto, como no podíamos volver a la casa, unos amigos nos hicieron el aguante y nos recibieron en su casa casi por un mes”.“Se lleva también una vida simple en el sentido de que, al no haber autos en la isla, esto hace de alguna forma que todos seamos iguales; además de que la vestimenta de todos los días es básicamente bikini o short de baño”.Gonzalo en el balcón de su casa en el MorroEmprender una nueva aventura: “Le dije que me enseñe, que los hacíamos juntos”Tras un año y medio, la pareja decidió cambiar de lugar y se mudaron a Pipa, donde vivieron ocho meses, hasta que la necesidad de regresar al Morro se apoderó de ellos. En la isla, Irene y Gonzalo ya tenían vínculos de varios lugares del mundo, aunque con predominio brasilero. Y a medida que su círculo cercano se fue afianzando, otras puertas se abrieron.El trabajo llegó al poco tiempo de volver, Gonzalo en el restaurante del hotel en el que había trabajado en el pasado, e Irene, junto a una arquitecta. Unas semanas después, una oportunidad diferencial emergió ante ellos: “Le ofrecieron a Gonzalo tener su propio restaurante. Fue otro argentino que tenía una posada, así que, sin pensarlo, Gonzalo aceptó la oportunidad, pero le faltaba alguien que lo ayude, y yo, sin nunca haber trabajado en uno, le dije que me enseñe, que lo hacíamos juntos”, revela Irene.Día de la inauguración de Andina.Así fue que el 1 de julio de 2015 comenzó la historia de Andina, un restaurante de cocina de autor latinoamericano, con seis a siete opciones de plato siempre explicados en detalle a los comensales para que puedan elegir según su preferencia: “La propuesta es tener menú del día, porque así tenemos menos desperdicio, también nos ayuda mucho trabajar con reservas para tener una mejor planificación para la noche”, explica.Allí, Irene tuvo la oportunidad de trabajar como arquitecta desde un lugar creativo propio, al hacerse cargo ella de los planos de su local y, a su vez, prestó sus servicios a otros contactos cercanos: “Estamos muy agradecidos de las personas que conocimos desde que llegamos; los brasileros y los argentinos somos muy parecidos en muchas cosas, y eso hace todo más fácil, pero claro, todo tiene que ver con la experiencia de cada uno, nosotros vinimos abiertos a conocer, de hecho, los amigos más cercanos que tenemos son brasileros”.Juntos para ofrecer comida latinoamericana de autorLa aventura se traslada, el lugar de la Argentina y lo que la experiencia enseña: “Pensar la vida de una forma un poco más leve y despojada”“La vida es una aventura o no es nada”, dijo alguna vez la escritora Hellen Keller, e Irene, al igual que Gonzalo, sigue la premisa sin dificultad. En ellos la incertidumbre equivale a belleza, y lanzarse al vacío es sinónimo de expandir el propio mundo de posibilidades.Y así sucedió también en 2022, cuando decidieron cerrar su local en el Morro y mudarse con Andina a Salvador. Tras el ritmo único de la isla, trasladaron su experiencia a los autos y la ciudad, donde alquilaron una casa de los años cuarenta no solo para habitarla, sino para brindar desde su hogar la propuesta de Andina: “Inclusive los clientes cuando llegan tienen que tocar timbre para ser atendidos”.Mudanza a SalvadorPara Irene, Argentina, mientras tanto, se lleva en la sangre al ritmo de la aventura: “Argentina es mi país y Brasil es mi casa”, dice ella, quien durante varios años estuvo sin regresar a su tierra.“Lo hicimos en octubre de 2024, y por poco tiempo, así que cada uno fue a su lugar, yo a General Roca, y Gonzalo a San Juan. Aprovechamos para ver a la familia y amigos, que siempre nos hacen muy felices, pero ya estamos muy acostumbrados a nuestra vida en la Bahía”, cuenta Irene.“Nos mudamos a Salvador porque necesitábamos el cambio. Vivir en una isla implica que no hay muchas cosas para hacer más que ir a la playa, necesitábamos la experiencia de vivir en la ciudad. Además, después de la pandemia fue como sentir que estábamos en una burbuja, como que las cosas estaban pasando y nosotros estábamos ahí, en Morro, siempre en el mismo lugar”, reflexiona.Andina, en Salvador“Pero la isla nos enseñó mucho, en un nivel que te hace que estés más atento a la naturaleza, a apreciar las cosas de otra forma, no existe la instantaneidad, ni para el médico, si te pasa algo hay un puestito, pero que no sea grave o te llevan en barco a Valença, pero para mí es una calidad de vida muy buena. Al vivir en una isla te hace efecto hasta la marea, sin pensarlo empezás el día odiando el lugar y terminás amándolo…”“Ya en Salvador es otra cosa, hicimos muchísimos amigos diferentes en poco tiempo, entonces conocimos muchísimos lugares, además de conocer distintas realidades”.Irene y GonzaloArtur Canellas“Lanzarnos a la aventura fue embarcarnos en un camino de aprendizaje constante. Era lo que quería de mi vida y fui más lejos de lo que esperaba. Son tantos años, que no sé qué hubiese sido de mi vida si seguía donde estaba… Pero salir de la zona de confort y ver las cosas de otra manera, me enseñó a pensar la vida de una forma un poco más leve y despojada, aprovechando todo lo que se presenta en el camino”. “Hace once años que vivo acá y claro no todo es color de rosa, pero en general puedo ver el vaso medio lleno, solo hay que ponerle ganas a lo que uno quiere. La vida tiene sus altibajos donde sea que la vivas, en un lugar cerca de donde naciste o al otro lado del mundo, pero una cosa es segura: no me iba a quedar con la duda sobre qué hubiera pasado si me iba a vivir a otro país. Un sueño así, no cumplido, me hubiera puesto muy mal…”concluye.*Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a [email protected] . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.Por Carina DurnTemasDestinos inesperadosHistorias LNConforme a los criterios deConocé másMás notas de Destinos inesperadosLejos de Mar del Plata y Trelew. Tras vivir en varios países, cuestionan España y revelan por qué Japón sobresaleEncontró el paraíso en Brasil. Se quedó a vivir y logró emprender con éxito: “El desafío es enorme, la vida es tan corta…”“Muestro lo maravilloso de Argentina y su gente”. Estaba desilusionada con el país, se fue, y hoy siente orgullo