Las maldiciones (Argentina/2025). Creación: Daniel Burman (basado en la novela de Claudia Piñeiro). Elenco: Leonardo Sbaraglia, Gustavo Bassani, Francesca Vareal, Alejandra Flechner, Mónica Antonópulos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena. “Tal vez los padres solo estemos para que los hijos nos odien” es la reflexión que mejor define el círculo de maldiciones que envuelve a las intrigas del poder en esa imaginaria provincia de la Argentina. Las coordenadas de Las maldiciones, el nuevo estreno argentino en Netflix, son ficticias, pero los lugares y el ambiente recuerdan al norte del país, quizás a la región puntana, seguro a algún territorio donde el litio sea algo más que un mineral del suelo y se haya convertido en el material precioso que pone en marcha negocios, corrupción y codicia.En la novela original de Claudia Piñeiro, publicada en 2017, el entorno era el de la provincia de Buenos Aires y los tiempos los de la disputa entre la vieja política de los llamados caudillos bonaerenses y el pragmatismo de las nuevas fuerzas políticas asociadas a desarrollos inmobiliarios y negocios financieros. Eufemismos quizás, pero con un equilibrado diseño para una realidad que en su complejidad a veces resulta esquiva para ser representada en la ficción. La adaptación estuvo a cargo del creador de la miniserie, Daniel Burman, y el equipo que integran su codirector Martín Hodara, y los coguionistas Natacha Caravia y Andrés y Pablo Gelós, responsables de la nueva ambientación y de algunos cambios sustanciales en la historia que permiten un eco más contemporáneo -la Argentina ha cambiado desde el 2017 hasta hoy, aunque no parezca- y una mirada menos profética que deudora del presente. Lo que define la estrategia narrativa es la estructura temporal, fracturada en la apretada cronología del presente, y con un segundo episodio -el mejor de los tres- destinado a construir el complejo pasado que siembra los latidos de ese pulso maldito.Mónica Antonópulos y Leonardo Sbaraglia en Las maldicionesJeannie Margalef/NETFLIXFernando Rovira (Leonardo Sbaraglia) es el gobernador de la provincia, enfrascado en la cuenta regresiva para una inminente votación legislativa: la ley de aguas dulces, que determinará el destino de la explotación minera en la región. El poroteo de los diputados para parar la ley y dejar vía libre a la extracción del litio se ve sacudido por un hecho imprevisto: su amigo y fiel colaborador, Román Sabaté (Gustavo Bassani), ha secuestrado a su hija Zoe (Francesca Varela) a la salida del colegio. ¿A qué se debe esa decisión? Aliado desde el inicio de la carrera política de Rovira, Sabaté parece absorto en sus propias conversaciones con un aliado político en la legislatura, pendiente de la documentación sobre la situación del agua en la región, y sacudido por una revelación respecto de un pasado accidente que puso en riesgo la vida de su madre. El secuestro de Zoe parece la respuesta a ese enfrentamiento con Rovira y el arma perfecta para una negociación. Intrigas de poder basadas en la novela original de Claudia Piñeiro, publicada en 2017Jeannie Margalef/NETFLIXEl primer episodio pone los cimientos de la intriga y la cámara de Burman se ve tentada de exprimir el esplendor del paisaje, los colores de las áridas colinas, las rutas encuadradas desde el cielo, trazos de la geometría de un plan que se teje en las sombras. Más allá del ir y venir de funcionarios y laderos de Rovira, el seguimiento policial del secuestro y las preocupaciones por el paradero de Zoe, quien asoma como un personaje central es Irene (Alejandra Flechner), la madre de Fernando, emergente de las sombras con su bastón y el oxígeno artificial que la mantiene viva, efecto simbólico de su corrosiva presencia en el revés de todo lo visible. La ominosa sensación de advenimiento que produce ese personaje, el peso de sus directivas sobre la voluntad de su hijo, y la condición de maestra de ceremonias de los acontecimientos, siembra el mejor logro de ese inicio. Maldiciones que son difíciles de conjurar, en una miniserie de Daniel BurmanJeannie Margalef/NETFLIXEn el segundo episodio se produce el viaje hacia el pasado, cuando Fernando todavía era juez federal con ambiciones políticas y Román una joven promesa del juzgado guiado por la admiración y la gratitud. Es entonces cuando la miniserie consigue asociar a la perfección el ambiente marítimo de la casa de Punta del Este de los Rovira -en un uso efectivo de los travellings sobre la construcción- con los tejemanejes que se cuecen en su interior, tanto en el plano afectivo como en el futuro avizorado para un triunfo electoral. Aparece Lucrecia (Mónica Antonópulos), la esposa de Fernando, una anfitriona seductora e inquietante, en sorda disputa con su suegra, tercera arista de la compleja maternidad que atraviesa a la narrativa de Piñeiro. Las tres madres, la poderosa Irene, la fantasmal madre de Román, y ahora Lucrecia, esbozan la telaraña de amores e imposiciones que encuentra en la arena política su más pérfida representación. Francesca Vareal en Las maldicionesDiego Astarita / NetflixLa clausura del relato, en el último episodio, asume los resortes del thriller y cede -quizás demasiado- a cierto esquematismo de una ficción que no debe dejar los cabos sueltos propios de las complejidades políticas. Pero Las maldiciones consigue escenas poderosas -la de Sbaraglia y Flechner al borde de la cama materna-, y evidencia una astuta lectura del efecto de los traumas personales -relaciones entre padres e hijos que han resultado reveladoras para nuestra dirigencia- en el devenir de la vida pública, donde las maldiciones pasadas son difíciles de conjurar. Por Paula Vázquez PrietoSeries de tvCorrupción en la ArgentinapoliticaConforme aOtras noticias de Corrupción en la ArgentinaLos Cuadernos de las Coimas. La fiscalía y la UIF se opusieron a que empresarios y fucionarios paguen unos 25 millones de dólares a cambio de ser absueltosCausa Vialidad. 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