Bond, James Bond, podía desayunar tranquilamente fresas con champagne con cargo al MI6, como servidor de su majestad británica; sin embargo, Vicente Alfaro, alias Michelin entre sus colegas por su afición a la cocina, suele atizarse por la mañana unos churros. Es un espía español. Pero un espía español de fiar. Uno de los nuestros. Lleva toda la vida en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y está cansado. Tiene tantas contracciones visibles que dan una idea aproximada también de las que no se ven. Hasta el punto de que si por arte de magia pudieras recomendarle a través de la pantalla a tu fisio o tu osteópata, lo harías. En cualquier momento intuyes que se puede romper. Pero sabes también que seguirá arrastrando los huesos y lo que haga falta hasta que, como un Quijote asolado de pinzamientos, deshaga todos los entuertos. Seguir leyendo
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