Camila tenía 13 años cuando empezó a percibir que algo se desacomodaba. No hubo una discusión ni una escena evidente. Simplemente, un día ya no estaba en el grupo principal de WhatsApp de las chicas de su curso. En su lugar, una amiga le escribió: “Después te paso lo que digan ahí”. El nuevo chat se llamaba “Las Reinas” y Camila no figuraba entre sus integrantes.Desde entonces, comenzó a quedar al margen de todo: no la invitaban a los cumpleaños, no aparecía en las fotos grupales y su nombre no se mencionaba en los posteos de Instagram. Los recreos se volvieron silenciosos, los almuerzos incómodos y las risas compartidas pasaban a su lado sin incluirla.Hasta que un día le dijo a su mamá que prefería no festejar su cumpleaños: “Nadie va a venir”. Cuando hablaron con la psicóloga del colegio, entendieron que no era un caso aislado. Varias alumnas estaban atravesando la misma exclusión silenciosa: un grupo marcaba quién era “popular”, qué era “aceptable” y quién merecía ser incluida. A las demás las castigaban con lo más cruel: la indiferencia.Los especialistas advierten que el caso de Camila (su nombre fue cambiado para preservar su identidad) pone sobre la mesa un fenómeno cada vez más extendido: el llamado bullying encubierto, una nueva modalidad de ciberbullying. “Entre otras formas, se expresa a través de stickers o memes creados especialmente para ridiculizar a alguien, la omisión sistemática en invitaciones o grupos de WhatsApp y la creación de subgrupos donde se decide quién entra y quién puede quedar afuera del círculo social”, resume Adrián Dall’Asta, creador de la Fundación Padres y autor de “Adultescentes. ¿Y si el problema somos nosotros?“.El especialista, que conoció el caso de Camila mientras daba un taller en una escuela, profundiza: “No siempre el acoso escolar es estridente. Muchas veces actúa en silencio. El bullying encubierto es una forma de maltrato emocional que no siempre se detecta a simple vista, pero que deja huellas profundas en la autoestima y en el sentido de pertenencia de quien lo sufre”.En esa línea, María Zysman, psicopedagoga y fundadora de Libres de Bullying, advierte: “Lo que estoy viendo mucho es la naturalización del maltrato. Cualquier cosa vale con tal de pertenecer a un grupo que me invita a reírme del otro, a esconderme, a ser cobarde, a sumarme a hacer cosas que me ponen en riesgo a mí, al contexto y a la escuela”.”El bullying encubierto deja huellas profundas en quien lo sufre”, resume Adrián Dall’Asta, creador de la Fundación Padres.Todo va acompañado, dice Zysman, de una “gran resignación” por parte de los adultos. “El ‘ahora es así’ es un discurso que escucho entre los padres. Muchas veces se naturaliza que los chicos manden stickers que dañan, que se modifiquen con inteligencia artificial los cuerpos de sus hijas o que se excluya a compañeros de grupos de WhatsApp. Veo una gran desorientación”.Zysman y Dall’Asta fueron dos de los especialistas que participaron el viernes pasado de Atrapados en las redes. Cómo convertirnos en los principales referentes que los chicos necesitan, la segunda edición del evento virtual y gratuito organizado por Fundación LA NACION con el apoyo de Unicef Argentina.El encuentro fue transmitido en vivo por lanacion.com.ar y el canal de YouTube de LA NACION, y contó con la participación de destacados referentes que ofrecieron herramientas concretas para que padres y docentes sepan qué hacer frente a los nuevos desafíos que traen la inteligencia artificial y las pantallas.Volvé a mirar el evento haciendo click acáDel “baneo” a la “cancelación”Volviendo a los grupos de WhatsApp, Zysman explica que en los cursos están “los grupos deseados” y el “grupo de descarte”, donde van quienes no tienen la posibilidad de estar entre los primeros. “Los grupos de WhatsApp no tienen capacidad máxima. Con lo cual, la decisión de si te dejo entrar o no es la que va a marcar mi poder dentro del grupo: es la jerarquización entre los roles. El ataque entre los chicos muchas veces es: te invisibilizo, te cancelo, vos no existís, pero previo a dejarte invisible, te destruyo”, señala con preocupación Zysman.La especialista explica que algunos de los términos asociados a las nuevas modalidades de ciberbullying que más se escuchan entre los chicos son:Baneo: vetar, expulsar o bloquear a alguien de un sistema, foro, juego o red social. Muy frecuente en los juegos en línea. Es decir se deja afuera intencionalmente a un jugador, ya sea expulsándolo o directamente no invitándolo más.Cancelación / “Cancelar”: excluir o atacar masivamente a alguien en redes sociales por un comentario o conducta, real o percibida. Ghosting: cortar de golpe la comunicación, ignorando o bloqueando a alguien sin explicación. Doxing / Doxear: difundir datos personales (dirección, teléfono, fotos) para intimidar, humillar o amenazar. Trolling: provocar de manera intencional con mensajes hirientes o burlas para molestar y generar conflicto. Los grupos de confesionesLas redes sociales siempre habilitaron el anonimato, “el animarse a decir algo desde un lugar donde nadie va a identificar quién lo dice”, reflexiona Zysman. Sin embargo, la especialista destaca que lo que va cambiando son las modalidades de la violencia.Mientras que entre las chicas es más habitual la exclusión de grupos de WhatsApp, entre los varones lo frecuente es dejarse fuera de los juegos en red, por ejemplo. “Las modalidades del ciberbullying van cambiando acorde a lo que se pone de moda entre los chicos, pero siempre apuntan a quitarte tus derechos, a romperte, a reírse de que estás roto”, advirtió María Zysman durante el evento organizado por Fundación La Nación con el apoyo de Unicef Argentina.“Hace un par de años, por ejemplo, se instalaron también los grupos de confesiones. Son grupos, en general, de Instagram en donde hay un administrador que recibe los chismes o confesiones y la primera pregunta que hace es ‘¿Tapo?’, quiere decir si borra el nombre o no. Y dicen cosas de todo tipo: ‘Fulano quiere estar con Sultana’, ‘Tal y tal hicieron tal cosa’. Los demás entran, comentan y ponen ‘me gusta’ o no”, detalla la fundadora de Libres de Bullying.Y cuenta que, hace unos días, una niña le dijo que quería pertenecer a un grupo y que, para lograrlo, le pedían a cambio chismes para subirlos a la página de confesiones. “Ella quería pertenecer y como no tenía chismes los inventaba. Esto que antes pasaba en sexto o séptimo grado, ahora se anticipa a chicos de segundo o tercer grado. A veces el ticket de ingreso a ciertos grupos muy valorados tiene que ver con participar del secreto, del anonimato, del ocultamiento. Es un mundo con otras reglas, sin normas claras sobre hasta dónde se puede hablar y dónde hay que detenerse”.Otras modalidades de bullying encubierto también se dan en los juegos en red: por ejemplo, señala Zysman, robarse penitencias deseadas en Roblox, una de las plataformas más populares: “Las modalidades van cambiando acorde a lo que se pone de moda entre los chicos, pero siempre apuntan a quitarte tus derechos, a romperte, a reírse de que estás roto”.“A mí no me invitaron”Para Dall’Asta, la exclusión, las bromas crueles y la construcción de subgrupos dentro de los grupos no son prácticas inocuas: “Son mensajes potentes. Nos dicen que hay chicos y chicas que no encuentran su lugar, que se sienten invisibles, que padecen el día a día con un nudo en el estómago”.Un relevamiento de la Universidad Austral, realizado sobre 600 alumnos de colegios públicos y privados, reveló que el 28% de las chicas entre 12 y 15 años fue excluida de grupos sociales sin explicación alguna. Y el 62% dijo que no se animó a contarlo por miedo a que la situación empeorara.“¿Será que exagero? ¿Será que el problema soy yo?”, son algunas de las dudas que suelen aparecer en quienes son víctimas de bullying encubierto. “Esa ambigüedad mina la autoestima, refuerza la inseguridad y debilita los lazos afectivos. Y lo más grave: muchas veces los adultos no lo vemos. O, peor, lo minimizamos con frases como ‘son cosas de chicas’ o ‘la adolescencia es así’. No, no son cosas de chicos. Es exclusión social, violencia emocional y responsabilidad adulta detectarla, ponerle nombre y actuar”, indica Dall’Asta.Señales de alertaSegún Dall’Asta, algunas señales que podrían indicar que un chico o chica está siendo víctima de bullying encubierto son:Cambios repentinos en el estado de ánimo (apatía, llanto fácil, irritabilidad).Rechazo a participar de reuniones sociales o cumpleaños.Uso excesivo o abandono total del celular.Comentarios como “no me invitan”, “me cambiaron de grupo” o “están todos menos yo”.Bajo rendimiento escolar o pérdida de interés por actividades habituales.Qué pueden hacer los adultosNo minimizar ni justificar. “Lo que para un adulto puede parecer una tontería, para un adolescente puede ser el centro de su mundo emocional”, advierte Dall’Asta.Escuchar sin interrogar. Las víctimas de bullying encubierto muchas veces no hablan por miedo a quedar aún más expuestas. “Generar un espacio de confianza es clave”, resume el fundador de Fundación Padres.Hablar con la escuela y otros padres. No desde la acusación, sino desde la preocupación compartida. Actuar como red de contención.Trabajar la empatía. Enseñar a ponerse en el lugar del otro, a detectar el sufrimiento y a no ser cómplices del silencio.Modelar con el ejemplo. “¿Qué hacemos los adultos con nuestros propios grupos? ¿Dejamos a alguien afuera?”, plantea Dall’Asta.Qué hacer si mi hijo participa en una situación de ciberbullyingMaría Zysman sugiere tres claves:Escuchar sin escándalo. “Los chicos temen nuestros desbordes. Si está siendo observador de una situación de ciberbullying, hay que ayudarlo a pensar qué puede hacer por quien está siendo victimizado: llamarlo, escribirle, no sumarse, retirarse del grupo”.Confidencialidad y acción. “Hay que tomar posición, marcar límites con firmeza, sin humillar ni exponer. Evitar los escraches en redes o los mensajes en grupos de madres: eso siempre agrava el problema.”Trabajo conjunto entre escuela y familia. “Las escuelas a veces piensan que si no pasó en el aula, no les compete, pero los chicos llegan con eso encima. La escuela tiene que atenderlo, y las familias entender que el teléfono se da en casa. La corresponsabilidad es clave.”Por último, Zysman concluye que muchos chicos no dimensionan el daño que pueden causar: “A veces tienen 10, 11 o 12 años y no miden el impacto de mandar un sticker vergonzoso. Hay que enseñarles a reparar, a entender que lo digital también tiene consecuencias reales. Y recordar que el ejemplo adulto es la primera herramienta de prevención”.Por María AyusoBullyingchicos y pantallasAdolescentes en crisisConforme aBullyingEntrá a la guía de Fundación La Nación y encontrá los tips de los expertos sobre cómo prevenir, actuar y encontrar ayuda frente a este problemaIR A LA GUÍAOtras noticias de BullyingViolencia escolar. Feroz agresión de una estudiante de primaria a una compañera durante un recreoDuras sanciones para los padres. La inédita estrategia que planea Mendoza para frenar el acoso escolar”Prestarles palabras”. Caso alumna armada en Mendoza: qué tienen que hacer los padres y la escuela ante esta situación, según una especialista
El Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (Uscis, por sus siglas en inglés)…
Zaira Nara volvió a estar en boca de los usuarios de las redes sociales por…
El doctor Derya Unutmaz, inmunólogo de origen turco y profesor en el Jackson Laboratory for…
Un panel de especialistas en salud y longevidad, liderado por el médico Peter Attia, destacó…
NUEVA YORK.- La compañía norteamericana Paramount anunció el lunes que compró el sitio de noticias…
Hace rato que Adolfito Cambiaso piensa en el retiro del alto nivel. Y cuando creyó…