escucharescucharAnte la confirmación de que la selección inicia el regreso al predio de la AFA en Ezeiza, decepcionados los cientos de fanáticos reunidos en la autopista Lugones a la altura del estadio de River Plate desde temprano en la mañana empiezan a desconcentrarse. Algunos van por la avenida Udaondo y otros enfilan por la vía rápida en sentido al centro. Solo se mantiene un núcleo duro de hinchas arriba y abajo del puente Ángel Labruna. Horas antes, todo era expectativa y nervios en ese rincón porteño. “¿Pasa o no pasa la selección?”, preguntaban, ansiosos, los hinchas. Los trenes del ferrocarril Belgrano Norte transitaban repletos con vecinos de Del Viso, Los Polvorines y Gran Bourg. La Lugones estaba reducida a un solo carril y la gente se mueve para hacer lugar a los camiones. A los conductores no parecer fastidiarles el piquete de fanáticos: tocan la bocina y saludan para unirse a la fiesta albiceleste.Las rejas del puente de Udaondo contienen la avalancha, mientras el rojo característico de los trenes del Belgrano Norte se esfuma en la marea celeste y blanca de los hinchas que copan los vagones y asoman colgados de las ventanillas. Pasado el mediodía, en la estación Ciudad Universitaria, uno de los puntos de concentración, alguien había gritado “Los jugadores ya salieron de Ezeiza, ¡vamos!” y los carriles de la Lugones colapsaron de hinchas. Primero, dejaron uno libre, pero después se ocupó toda la traza. Así, ahora, cuando pasan ambulancias y camiones, la muchedumbre se abre como las aguas del Mar Muerto para que puedan transitar. Nicolás, de 32 años, y Joanna, de 33, vinieron desde Los Polvorines con sus tres hijos. La más pequeña duerme tirada en una manta sobre el pasto al costado de la autopista. “Se cansó de tanto alentar en el tren, salimos tempranísimo –dice la madre–. Los trenes venían cargados a tope, no entraba nadie casi. Se vivió como una fiesta. Nunca vimos a la selección en vivo, no es posible explicar la ilusión que tenemos como familia de ver a Messi y a los muchachos, una adrenalina total”.El control vial desapareció por un día. Hay gente arriba de la carga de los camiones, grupos de hinchas saltando en camiones acoplados en movimiento. Otros se cuelgan de los vehículos que llegan con la cabina descubierta y se tiran a los pocos metros. Un hincha trastabilla, cae de cara al asfalto y una moto le pasa a centímetros de la cabeza. Bajo el puente, hay una murga con argentinos de todas partes del país.Pasan las horas y la expectativa crece, a la par de los nervios. “¿Van a pasar por acá? ¿Qué dicen los medios?¡Tienen que venir!”, reclama un niño pequeño, y llora. “Sí, mi amor, quedate tranquilo que van a pasar. Tenemos que esperar”, lo consuela la madre.Los amigos Camila, de 24 años, y Leandro, de 26, esperan con Iago, el hijo de él. Son de San Miguel. Toman fernet en un porrón lleno de hielo al lado del auto estacionado, y utilizan la Lugones como pista de baile mientras escuchan a todo volumen la música de Lucas Sugo. Adentro duerme Iago. “Salimos a las 4. No dormí en toda la noche… ¿Decís que van a pasar por acá? La única vez que vi a la selección fue en esta cancha –dice Leandro, y señala al estadio Monumental–. Fue contra Ecuador, que perdimos 2 a 1, así que aprendí que no tenía que ver más partidos en vivo por cábala”. Para Camila, sería la primera vez cara a cara con el equipo nacional.Alejandro, un electricista de 61 años, viajó más de 1000 kilómetros desde Mutquin, un pequeño pueblo de Catamarca. “Me tomé vacaciones para poder estar acá, lo más cerca de la selección”, dice. Sostiene con orgullo una bandera argentina con el nombre de su pueblo, que se dedica a la cosecha de nueces. “Vi a la selección solo una vez, contra Venezuela, en La Bombonera, que ganamos”, recuerda.Su voz es casi inaudible en medio de la murga, que entona todo el cancionero mundialista con bombos y redoblantes: ”Muchachos”, “El que no salta es un inglés” y “Dale, campeón” suenan en un leit motiv eterno. Arriba en el puente, dos hinchas intentan colgar una bandera y no desisten de la tarea ni siquiera después de cortarse los dedos con el alambre oxidado de las rejas.Un camión transporta personas a tope, que descienden como hormigas por el costado del vehículo. Algunos sostienen en sus manos imágenes del nuevo patrono al que le rezan, “San Dibu”, el arquero de la selección con vestimenta de santo y la leyenda en el cartel “Mirá que te como”.El clima se enciende cuando cuatro aviones de la Fuerza Aérea surcan el cielo a toda velocidad, como halcones, en dirección al sur. “¡Ya llegan! Seguro que sí”, se entusiasman. Y la batucada es un festival.Mauricio González, de 30 años y procedente del barrio Dos Avenidas de Quilmes, describe: “Es una emoción total estar acá. Salimos del barrio ayer durante el día y dormimos en un hotel en el centro. Nunca vi un partido en vivo. Me ilusiona mucho estar acá, lloré durante toda la final y, de la misma manera que sabía que íbamos a ser campeones, sé que voy a ver a Messi y al resto de la selección que nos regaló esta fiesta que se vice acá. ¡Mirá lo que es!”. En medio de un aquelarre vial, la espera continúa.Jesús AllendeTemasMundial Qatar 2022Ciudad de Buenos AiresConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Mundial Qatar 2022Minuto a minuto. En vivo: dónde están los jugadores de la selección argentina ahoraCuánto se llevó. El Kun Agüero apostó por Messi en el Mundial y ganó una increíble suma en dólaresAmor Mundial. El beso de Emilia Ferrero a Julián Álvarez para festejar el campeonato del mundo