En Purmamarca: La casa, hotel y museo de la transgresora maestra y artista jujeña que vivió un siglo adelantada

>LA NACION>Revista LugaresA pasos de la plaza central de Purmamarca, la posada de Barbarita Cruz, hoy en manos de sus herederos, esperan a los que quieran descubrir su rica historia.4 de junio de 202203:00Cristina MahneLA NACIONUsaba pantalones en los años ´40, toda una osadía. Alojaba en su casa a amigos sin ningún prejuicio. Se reivindicaba coya y no le importaba el qué dirán. Alentaba a las mujeres a ser libres y concretar sus sueños. Y nunca quiso casarse “para no ser esclava de ningún hombre”. Transgresora, independiente, multifacética, la jujeña Barbarita Cruz ejerció como maestra pero, al jubilarse, esgrimió sus facetas de poeta, coplera y artesana y convirtió su casa de Purmamarca en una usina de arte de puertas siempre abiertas. Ahora, sus herederos mantienen aquel espíritu acogedor desde ese hogar que convirtieron en un museo y una posada de cuatro habitaciones, llena de colores y chispa creativa.Un retrato de Barbarita Cruz con uno de sus jarrones de cerámica cuelga en una de las paredes de la casa.Estrella Herrera“Esta casa es de 1870 y perteneció a mis bisabuelos. Luego, mis abuelos criaron aquí 9 hijos, entre ellos Barbarita, mi tía”, empieza a desgranar Susana Pariente, sobrina de la artista, que había nacido en 1922.“Cuando yo era chica, Purmamarca estaba lleno de quintas. Todos tenían fondos grandes con verduras. En las casas había lugar para guardar los caballos y las mulas de carga, que se usaban para llevar a cambiar la fruta por sal o por cualquier otra cosa que necesitáramos”, recuerda Bárbara en una entrevista publicada en el libro Saberes y sabores de nuestro país.Una de las cálidas habitaciones de la posada Barbarita Cruz, en Purmamarca.Estrella HerreraEse familión en los años ´50 se radicó en San Salvador, donde Barbarita, que ya era maestra, aprendió el arte de la cerámica. “Lo que yo quería era enseñar”, se la escucha decir en el documental Sola en Purmamarca, rodado en 2014, dos años antes de que falleciera.Mecenas y maestra“Hoy la bandera de la wiphala es natural, estamos acostumbrados a verla, pero entonces había cierta vergüenza en defender la identidad. Sin embargo, ella eligió radicarse en Purmamarca y empezar a dar un taller gratuito de cerámica. Es más, se hacía llamar ollera”, completa su sobrina.Asentada en el pueblo, que era por entonces “apenas un caserío”, pudo dedicarse a lo que la cautivaba: trabajar en el arte y la cultura y ser desinteresada mecenas de muchos de sus pares.Foto histórica de Barbarita Cruz tocando la chaya.“Las mujeres venían a tomar clases a escondidas, pero venían. Después sumó los cursos para niños, cada vez más firme, venciendo prejuicios. Recuerdo haber asistido. Eran talleres muy alegres donde todos cantábamos alrededor del mesón en el que trabajábamos la arcilla. Nos dejaba hacer en cerámica lo que se nos ocurriera, mientras ella pintaba y cantaba coplas. De a poco convirtió la casa en una usina de arte”, cuenta Susana.Cruz abría las puertas de su hogar para que artistas de todas las disciplinas tuvieran un espacio donde crear. Músicos, artesanos, teatreros, pintores… A cualquiera que quisiera encarar una actividad creativa le sugerían instalarse “en lo de Barbarita”.La sala de arte donde los huéspedes pueden trabajar libremente con cerámica recrea el espíritu de la jujeña que abría su casa a los artistas.Estrella Herrera“La gente -relata- se quedaba a vivir durante meses, y se ejercía el intercambio cultural. El alojamiento se ofrecía en trueque por algunas obras. Mi tía servía copitas del mistela, que ella misma preparaba, a músicos como Jaime Torres y Ariel Ramírez, al escritor Eduardo Galeano, al cineasta Jorge Prelorán y al recientemente fallecido pianista Miguel Ángel Estrella, entre muchos otros”.En 1967, Michi Aparicio, un pintor jujeño, y otro artista que había sido escenógrafo de Ingmar Bergman crearon dos obras directamente en una pared de la casa, que todavía se conservan.“Barbarita era una revolucionaria. A nosotros nos sorprendía verla porque era la única mujer que usaba pantalones”, cuenta el músico Tomás Lipán en el documental, en el que mujeres de distintas disciplinas artísticas (la cerámica, el tejido, el canto) reconocen los dotes de pionera de Cruz. “Bancarse ser mirada, los comentarios de todo el pueblo”; “Le dio a la mujer un lugar que no tenía”; “Era una coya que desde sus raíces hizo conocer al mundo nuestra cultura”; “Supo quién era y supo trascender”; “Además de ser poeta, cantante y ceramista, era una gran pintora”, son algunos de los elogios que se siguen escuchando hasta el día de hoy.Barbarita Cruz eligió radicarse en Purmamarca cuando era un caserío y empezar a dar un taller gratuito de cerámica. Algunas de sus obras adornan hoy la casa-museo.Estrella Herrera“Yo quería hacer cosas, aprender. Pero sobre todo enseñar, porque acá nadie modelaba en arcilla, ni mi abuela ya lo hacía”, esgrime Barbarita.En el film se resalta que Cruz “dedicó su vida a revalorizar las tradiciones y a reivindicar el ser coya. Enseñó a pintar y a modelar con arcilla; escribió y cantó numerosas coplas; refugió en su hogar a grandes artistas y siempre se caracterizó por hacer de la libertad su filosofía de vida”. Por estos méritos, en 2005 Unesco la nombró “Tesoro humano vivo”.Susana define a su tía como una mujer de vanguardia. “Bordaba, pintaba, cantaba, escribía y hacía artesanías en cerámica. Era soltera, fumaba y recibía amigos en su casa sin ningún prejuicio. La mejor enseñanza que nos dejó es el valor de elegir lo que uno realmente quiere ser”, afirma.En 2016 Bárbara murió, y un año después Susana junto con su marido (Eduardo, ambos licenciados en Turismo) decidieron convertir la casa, en la que hay un original de Juan Carlos Castagnino, en un hotel boutique de cuatro habitaciones.La posada, restaurada por el arquitecto Carlos Gronda, combina el confort con una identidad real de lo antiguo: allí se desayuna con vajilla de principios del siglo pasado, y las aberturas y los pisos también son originales.Por su prolífica vida, en 2005 la Unesco la nombró “Tesoro humano vivo” y fue considerada un personaje destacado por la revista Lugares.Además, la heredera honra la memoria de Barbarita con un cuarto-taller donde los huéspedes pueden dar rienda suelta a sus ganas de meter las manos en la arcilla, y con una grilla de actividades culturales a lo largo de todo el año.Cruz publicó dos libros de coplas, y hay varias zambas y cuecas que le rinden homenaje. “No me gustaba mucho el baile,pero siempre desde chica me atrapó el canto… Mucha gente que no conoce cree que la copla es un lamento, que es triste. Y sin embargo cuando uno está cantando, fijate, no te das cuenta pero sentís alegría. Hay distintas coplas: sobre el amor, el trabajo, la muerte, religiosas, politiqueras… Para cada cosa de la vida hay una copla”, respondió en la entrevista que le hicieron para el libro.En esa ocasión, también contestó con su arte, cantando sus propios versos:“Aquí está esta ollerasin saber que va a cantar.En las manos tiene barroy en el alma tiene pan.Pachamama, santa tierra,esta ofrenda yo te entrego.Es el calor de tus hijos,es el rescoldo del fuego.(…)Yo no canto por cantaryo canto porque lo sientocuando canto por cantarlas coplas, las lleva el viento”.Casa Barbarita CruzLavalle 216, Purmamarca, Jujuy.Facebook: Casa Barbarita CruzIG: @CasaBarbaritaCruzT: 0388 15-409-5989 Cristina MahneSeguí leyendoExperta en té. En Tilcara, lleva adelante un cálido reducto con repostería alemanaIncreíbles y poco conocidos. 6 paisajes de la Quebrada a los que se llega caminandoHotel boutique especial. 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