Dependencia

El celular es un arma de doble filo. Tan vertiginoso, útil y entretenido, pero a la vez tan dañino.Nos estamos convirtiendo en personas cada vez más dependientes de este aparato. Si estamos aburridos, lo usamos. Queremos saber algo o sacarnos la duda y lo prendemos. No está mal tenerlo como herramienta porque está en su esencia servir como tal, pero su uso ya no es tan claro. Se tergiversa el verdadero motivo por el cual tenemos un celular pegado a nosotros las 24 horas del día. ¿Es algo inevitable? ¿Hacia allá camina la raza humana? O es que estamos nublados y no estamos viendo que quizás esta dirección no es la correcta. Estamos perdiendo el verdadero contacto, el cálido cara a cara, totalmente enriquecedor. Ya no pensamos en alternativas, ante cualquier problema, el celular es la mejor solución. Estamos encerrándonos, perdiendo la mirada crítica. Nos resulta algo imprescindible y es justamente eso lo que hay que poner en tela de juicio. ¿Realmente hace falta? O mejor dicho, ¿hace falta estar usándolo a cada momento? El hecho de que se hayan creado documentales hablando de la macabra intención de los que trabajan en las redes sociales no ayuda a elaborar una buena imagen de lo que significa estar sometidos gran parte del día a esta pantalla. La capacidad de esfuerzo se nos limita, tenemos todo al alcance de un clic. La memoria se marchita, no hay que buscar ni recordar nada porque ante la primera duda, tenemos la respuesta inmediata en el dispositivo. Es una tendencia que crece con los jóvenes. Y es habitual que los padres les den acceso a un celular a sus hijos ni bien nacen. No se dan cuenta de que es lo primero a lo que expone una criatura. El verdadero poder de este aparato es su polifuncionalidad, ya que interviene directamente en la educación, el entretenimiento y los momentos de bienestar. ¿La educación del futuro va a pasar por el uso del celular? Es hora de darle una segunda mirada a este tema, aceptando de manera natural que el celular y su uso cada vez más frecuente es parte de nuestra evolución que nadie podrá frenar. Lo que si podemos frenar es la tergiversación de lo que implica su uso, así como la sobreexposición. Hay que frenar la dependencia pensando en un mayor bienestar de la sociedad.

Fuente