¿Qué hacemos con las obras de papá? Entre la despedida y la herencia de los tesoros de familia

escucharescucharHeredar la obra de un padre artista es un tesoro y un trabajo. Es un problema, en fin. Exige decisiones. Una respuesta. Sobre la tarea de desarmar un taller, decidir qué hacer con las creaciones de toda una vida y ponderar su posible valor trata el film documental El legado, de Rodrigo Demirjian, estrenado en la sección Artes & Oficios del reciente Bafici: una de las formas de despedir al pintor Jorge Demirjian.Son muchos los que trabajan para difundir la obra de sus antepasados. El hijo y la viuda de Naum Knop (1917-1993) abrieron al público su casa. Pablo Knop, también escultor, se lo planteó hace 30 años, al volver del entierro de su padre: ¿cómo hacerse cargo de una enorme cantidad de obras que quedaron en sus manos? La respuesta fue una remodelación del taller en Parque Patricios, la creación de una fundación y la realización de un inventario.DEMIRJIAN: “LA PINTURA ES LA CÁRCEL QUE YO ELIJO”El hijo de Pablo Curatella Manes (1891-1962) rescató 30 piezas de yeso de su padre y las hizo fundir en bronce. Liliana Crenovich, sobrina de Yente (1899-1973) y Juan del Prete (1897-1987), no sólo vela por limpiar y acondicionar su legado: cuando ve alguna pieza especial para completar algún período en la colección que atesora, la compra. Conserva cientos de piezas en la que fue la vivienda de los artistas en Belgrano. Fernanda Heras, sobrina de María Juana Heras Velazco (1924-2014), cuida su taller de Once y ordena su archivo. Los hijos de Eduardo MacEntyre (1929-2014), Roger y Cristian, hicieron el libro más completo y lujoso posible para atesorar la trayectoria de su padre.“La única forma que encontré para afrontar esta situación fue hacer esta película”, dice Rodrigo Demirjian, que no llegó a despedirse. Recién volvió a Buenos Aires para su funeral, en 2018. El tema del largometraje (y de todo este asunto) es la paternidad. Durante el mes de rodaje, se registró el desmantelamiento del taller, el duelo y la necesidad de decidir, con su madre y su hermana, cómo gestionar las más de dos mil obras que les han quedado. El proceso lleva a Rodrigo a elaborar la relación con el pintor, mientras toma la decisión sobre ser o no padre él también.Jorge Demirjian, el notable artista, falleció en agosto de 2018 Hernán Zenteno / LA NACION – ArchivoLa película participa en el Festival de Cine de Toronto, y se estrenará comercialmente en el Malba el 1° de junio. El 2 de junio se proyectará en el Museo Nacional de Bellas Artes, junto con una obra de Demirjian y otra de su esposa, Evangelina Popolizio, también artista.Rodrigo llevaba 15 años sin pisar la Argentina. Radicado en Madrid desde hace 20, ya había pensado alguna vez en hacer una película sobre su padre. La relación tuvo altibajos. Grabó las últimas conversaciones telefónicas y las incluyó en el film. Aunque tenía también horas de filmación con él de épocas anteriores, al pintor no se lo ve más que en un video que muestra un amigo suyo en su teléfono. Se lo escucha y es tan fuerte su presencia velada, a través de su obra, su voz, su ambiente y sus allegados, como lo es su ausencia, rotunda. “No quería hacer una biografía, un culto ni una crucifixión. Quería reencontrarme con él y subsanar la relación, que era agridulce, con momentos de encuentro y desencuentro. Mi intención era darle un tono humorístico, paródico”, explica.Ni futbol ni peronismo. El hijo está del otro lado del Océano y no se siente argentino. “La patria es la infancia, dice Rilke. Vos de ciertas noches de San Telmo hay cosas que no te vas a olvidar nunca”, le dice el padre en una conversación de un domingo cualquiera. La infancia también es un jarrón que siempre estuvo en el comedor familiar y que en las manos de la hija es de pronto toda una casa, un hogar.”Me interesa el tema de los últimos cuadros, cuando vos sentís que la muerte se aproxima” En otra de sus charlas telefónicas, Demirjián le cuenta a su hijo de un amigo artista preocupado por qué iba a pasar con su obra cuando ya no estuviese. “¿Qué carajo me importa la posteridad? La obra la hiciste y ya está”, decía. No era una inquietud suya este tema del legado. Para los hijos, sí: investigan cuál fue el último cuadro que hizo, buscan dónde está la obra que guarda el Museo Nacional de Bellas Artes… certifican la falsedad de una obra que se guardará en el Museo de Arte Falso de la Interpol.Rodrigo visita a Yuyo Noé y conversa con él de los últimos dos cuadros en los que su padre estaba trabajando y que quedaron inconclusos. “Me interesa el tema de los últimos cuadros, cuando vos sentís que la muerte se aproxima”, dice Noé. Cuando Demirjian se enteró de que estaba enfermo, comenzó una serie de mutilaciones y desmembramientos. “Ahí está”, señala Yuyo.Un taller montado en San Telmo y 750 cuadros al óleo dejó Demirjian. Más de 2000 obras, si se cuentan los dibujos y bocetos. En vida, vendió alrededor de 70 obras. El hijo mira la trastienda: intenta subastar una obra en 10.000 dólares. Le aconsejan partir de una base de 6500. Aun así, no se vende. Calcula que cada una de las telas vale 1500 dólares, por lo menos. Si lo piensa, tiene más de un millón de dólares arrumbados en un depósito. ¿Lo tiene? ¿O sólo tiene un montón de telas pintadas? ¿Qué es el arte, al fin de cuentas, si no una ficción que por un extraño artilugio puede convertirse en montañas de dinero?Obra del artista Jorge DemirjianAlejandra Roux le responde a LA NACION sobre esto. Guillermo Roux fue el más grande acuarelista y uno de los artistas mejores cotizados del arte argentino. Murió en 2021 y dejó una enorme cantidad de obra, que está en plena sucesión. “En una obra de arte hay dos niveles: un camino íntimo, existencial, espiritual. Y hay otro aspecto práctico, que tiene que ver con el contacto con el afuera, lo comercial, de cara a la carrera y al mercado. A esa segunda instancia, que es la que a mí me parece menos importante –aunque necesaria en este mundo–, todavía no llegué. No empecé a gestionar”, explica. Se encuentra, entonces, en la etapa anterior: “La capa más profunda es la que más me interesa. Hay cosas que alguien ideó o que usó, con las que compartió horas o que le ayudaron a resolver asuntos de su vida: esa relación entre los objetos y los seres tienen una cualidad muy peculiar que sólo se experimenta cuando el ser no está presente. En el caso de papá, sus cuadros. Son una emanación de él, lo mismo que la máquina de coser Singer que usó mi madre. No tiene nada que ver con el valor que pueda tener el objeto, sino que importa por la relación que tuvieron con mis seres amados, mis padres. Establezco con estos objetos una relación de cuidado amoroso: guardar, ponerle papel de seda encima, restaurar si hay un hongo, recortar la punta que está torcida… Cuidar, proteger: es un contacto estrecho con ese ser. Lo mismo que me pasó con la máquina de coser, que restauré y limpié, y ahora está al lado de mi tablero de pintura. Hay algo de ella en ese objeto. Eso me pasa con la obra de papá, y me pasa también con su caja de carbonillas, su tijera, que es la misma que usó mi abuelo, los millones de escritos que dejó para contarme cosas. Establezco un diálogo y pensamos entre los dos. Los objetos son parte de los seres que convivieron con ellos. Me quedo con esa relación amorosa que me despiertan”.”Esta fue una manera de canalizar y sentir que estábamos construyendo algo y no destruyendo, mientras desmantelábamos el taller” Alexis Edelstein convivió muy poco con su abuelo, el escultor Pablo Edelstein. Cuando murió, dejó un taller con toda su obra y un proyecto inconcluso. “Siempre había sido su deseo hacer un libro y nunca lo pudo lograr. Entonces, mi padre decidió hacerlo y a mí me gustó tener la oportunidad de trabajar con él. Me divertía mucho. La vida siempre nos había separado, porque trabajaba en distintas partes del mundo”, dice. Juntos, pusieron en valor ese legado, catalogaron toda la obra y lograron hacer un libro lujoso que pronto presentarán en el Museo Nacional de Bellas Artes, editado por el sello India Ediciones. Piensan hacer muestras para poner en circulación su trabajo otra vez. “El propósito del libro es traer a la vida su arte y compartirlo con la familia. Secundariamente, queremos que la obra circule, se exponga en museos o colecciones particulares y que se pueda apreciar”, comenta. Trabajan con un equipo de curadoras y marchands para esto último, en estrecho vínculo con su padre (otra vez, la paternidad).Florencia Demirjian es médica y nunca pudo seguir las recomendaciones de cine de culto y música clásica con las que insistía su padre. Lo suyo es la ciencia, y el lenguaje del arte le resulta algo ajeno. Estaba cerca de él y lo ayudaba a montar muestras junto con su madre. A los 15 días de haber sido dado de alta de una internación en terapia intensiva, le colgaron una antológica en el Centro Cultural Recoleta.Retrato de los padres de Rodrigo DemirjianSu obra se podrá ver en el próximo arteBA, en una galería. “Tenemos un depósito montado con toda la obra de él. No es fácil conseguir apoyos para inventario y conservación. Mi hermana y yo tenemos nuestras carreras y hacemos lo que podemos. No hay apuro. Si no podemos nosotros, lo harán sus nietos. Sabemos que tiene valor”, cuenta Rodrigo.Hay un tema con las despedidas en esta familia. Dermijian abuelo murió atropellado por un colectivo 60 cuando Jorge Dermijian vivía en Francia. Rodrigo tenía entonces más o menos tres años. Cuando se murió Jorge en Buenos Aires, era su hijo, Rodrigo, el que estaba en Europa. “Esta fue una manera de canalizar y sentir que estábamos construyendo algo y no destruyendo, mientras desmantelábamos el taller. El rodaje llevó más de un mes, porque mientras ordenábamos, hacía entrevistas. Quería hacer esta película y a la vez reencontrame con él. Antes, rodar con él se me complicaba mucho. Él era muy cálido y bondadoso, pero había algo egocentrista, algo ambiguo. Su carrera era su vida y su obsesión, y la creación estaba en el número uno de sus prioridades. Hay 300 escritos suyos: sólo dos o tres hablan de la familia y los 298 restantes hablan de sus problemáticas con el arte. Al hacer la película me replanteé que, al fin de cuentas, soy algo parecido”, dice Rodrigo.En las escenas finales, aparece una caja con películas en Súper 8: Jorge filmó hace mucho tiempo mujeres desnudas, flores, a su mujer. Nunca mostró ese material. Las imágenes en blanco y negro vuelven a traer al hoy su mirada. “Vos tenés que conformar un mundo tuyo, que no es fácil, es controvertido. Violento y estético, como es uno. Vos tenés que encontrar la música o la imagen que se acerque, si lo lográs, a lo que vos sentís adentro, que ni vos sabés qué es”, le aconseja Demirjian padre en una de las últimas charlas. Un legado puede ser eso: un camino a seguir. Herederos del arte argentino, con una estrategia conjuntaEl film El legado, tendrá una proyección especial el 2 de junio en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde se expondrán también una obra de Demirjian (Ya, 1977) y otra de su esposa, Evangelina Popolizio (sin título), también artista. El documental de Rodrigo retrata el laberinto familiar a la hora de “gestionar” la obra que queda del artista, un dilema que suelen atravesar gran parte de los herederos. De hecho, en 2018, los responsables del legado de 17 artistas se unieron para pensar estrategias conjuntas. “Tenemos las mismas alegrías, las mismas angustias –dijo en su momento Tulio Andreussi, que custodia la obra de Magda Frank y José Fioravanti, e impulsó la propuesta–. Vale la pena hacerlo juntos, con más fuerza y disfrutar el legado que tenemos”.María Paula ZacharíasTemasConversacionesArtePinturaConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de ConversacionesFiesta única. Cómo Sevilla atrae multitudes con una celebración inalterable desde 1846Voguing. El baile que recrea las poses de las modelos de revista, en el fashion film que dirige un reconocido diseñadorAtucha. El peor incidente de su historia y la asombrosa forma en que se evitó un desastre

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