Adiós a los cachacos: periodista de ‘Yo, José Gabriel’ es de los últimos que mantiene viva la tradición

José Gabriel Ortiz es el presentador de ‘Yo, José Gabriel’ desde 1998 es de los pocos cachacos que quedan en la televisión colombiana. (Captura de pantalla/YouTube) (Captura de pantalla/YouTube/)Desde su primera emisión en 1998, el programa Yo, José Gabriel se convirtió en un referente para el público colombiano que identifica al presentador, José Gabriel Ortiz, como un rostro destacado en los medios desde los inicios del Canal RCN como privado.Aunque no fue el primer ciclo de entrevistas en la televisión nacional, sí adoptó el modelo de los talk shows estadounidenses, en el que la línea de figuras como David Letterman o Jay Leno. Esto le generó tanto elogios como críticas en su momento y hasta la actualidad, pero le bastó para dejar una marca memorable en los espectadores.De esta manera, en la memoria de los colombianos, José Gabriel Ortiz es un hombre serio, con buenos modales, que tiene costumbres típicas de un cachaco, que quedan evidentes desde el primer momento en que entabla una conversación con alguno de sus invitados en su programa.Es por eso que, el periodista contó para el diario El Tiempo que la ciudad de Bogotá estaba impregnada de tradiciones y costumbres cachacas que definían la identidad de sus habitantes. Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de nuevas influencias, muchas de estas prácticas han ido desapareciendo, dejando atrás momentos que solían reunir a toda la familia.Cabe resaltar que un cachaco es alguien que nació en Bogotá o proviene de familias con raíces tradicionales en esta ciudad, y se distingue por su manera de hablar, su forma de vestir y su comportamiento particular. En ese sentido, según la sabiduría popular, el origen de la palabra ‘cachaco’ corresponde a la unión de las palabras CAmisa, CHAleco y COrbata.Los cachacos se caracterizaban por vestir con chaleco, saco y corbata. Twitter/@colombia_histDe esta manera, José Gabriel, oriundo de Teusaquillo, un barrio céntrico de la capital, rememoró con melancolía los días en que toda su familia se reunía alrededor de un plato de ajiaco, lleno de risas y conversaciones. Ahora, lamenta que ese momento especial se haya perdido en la rutina diaria.Además de la comida, las actividades de ocio también eran parte esencial de la cultura cachaca y es que José Gabriel recordó, para el medio en mención, los días de su niñez, él explicó que salía a jugar en las calles de su barrio y visitar el embalse del Muña, un lugar popular entre los bogotanos, pero que ahora sufre de la contaminación debido a la expansión de la ciudad.“Salíamos en bicicleta los niños del barrio al parque Teusaquillo, todos peinados con gomina, a las 8 a. m., a jugar hasta el mediodía, cuando nos llamaban a almorzar”, dijo José Gabriel para el medio en mención.Así mismo, recordó otro aspecto que ha cambiado significativamente y son los teatros. Los cines rotativos y las presentaciones teatrales llenaban las calles 23 y 24 de Bogotá, por ejemplo, el Teatro Faenza, uno de los más antiguos de la ciudad y con un estilo arquitectónico art nouveau, solía ser un punto de encuentro para disfrutar de espectáculos; sin embargo, con el paso del tiempo, la estructura se deterioró y en la actualidad solo quedan recuerdos de aquella época dorada.El presentador José Gabriel es una persona de comportamiento formal, especialmente al hablar, adopta un tono pausado y muestra preferencia por el uso del “usted” en lugar del “tú”; sin embargo, cuando se siente en confianza, es común que utilice expresiones coloquiales como ‘ala, carachas’ y ‘carajo’. Su vestimenta refleja también su elegancia, al igual que su carácter.José Gabriel Ortiz Robledo es el último representante de los cachacos. Su distintivo acento chirriado está en peligro de desaparecer. Twitter/@ChartsFarinaÉl cree que representa fielmente lo que es ser un cachaco, pero lamenta que las costumbres, el lenguaje y el estilo de vestir que solían ser distintivos de los bogotanos con ascendencia poco a poco desaparecen. Observa que en las calles de la capital ya no se ven las características que solían representar las raíces de la ciudad de manera adecuada, que eran:“Los hombres de dinero solían vestir con chaleco, sombrero y gabardina, y las mujeres, con sacos de lana”, recuerda el presentador, y agrega que se notaba la diferencia con las personas trabajadoras, que vestían de ruana. De cualquier manera, “el paraguas no podía faltar”, anotó en entrevista con El Tiempo.

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